domingo, 31 de enero de 2010

Correr por correr

El profesor Barkat, de la Sorbona, ha hecho declaraciones que no he oído comentar por los mentideros, claro que no puedo escucharlo todo. Se trata de una conclusión a la que el filósofo ha llegado después de observaciones y estudios. Los trabajadores de hoy tienden a ser sus propios empleadores. "El sujeto emplea al cuerpo", dice textualmente, con lo que la lucha de clases ha pasado de explotar en la calle a hacerlo dentro de cada ser humano. Suena mal, bastante mal. Sobre todo porque suena verosímil y porque de esta afirmación surgen exclamaciones pequeñas, casi inaudibles, de imágenes que se repiten en la memoria de cada cual: ¡ah, claro! ahora entiendo lo que le pasa a Mengana o también: ¡Ostras! con razón no hay forma de quedar con Zutano para una birra.
Sidi Mohamed Barkat profesa en el departamento de ecología humana, una subsección de la que no había oído hablar todavía y que me tranquiliza bastante, ya que, preocupados como estamos por la ecología del medio ambiente y de las plantas y animales, parecía que sólo quedaba pendiente de protección el presunto depredador, el ser humano. Para el filósofo de origen argelino, los suicidios que se han sucedido en Francia no hace mucho, son una llamada de atención para que veamos los demás lo que los suicidas han visto y no han podido soportar.
La tendencia de los seres humanos es culpar al otro de la desgracia o de la inconveniencia propia, obviando que las más de las veces está en la propia mano decir no, elegir un camino u otro, aprender a comportarse de manera más racional y generosa con el entorno, con los demás y consigo mismo. Todo eso va junto o no va. "La gente corre -dice Barkat- corre para atrapar no sólo el salario, no sólo el reconocimiento, corre por el mero hecho de correr. Cuando corre crea un hilo y si se para el hilo se rompe. Correr es trazar una línea que sólo existe cuando se corre", añade el filósofo en una sustanciosa entrevista de J. M. Martí-Font. Correr está bien cuando se participa en un medio fondo, y si el cuerpo aguanta; pero en la vida, puede que haya que aprender a parar a pensar, parar a mirar, parar a acariciar al de al lado. Y seguir luego.


sábado, 23 de enero de 2010

Humano proceder

++++++++++++++++++++++++Foto de Alberto Dilolli+++++++++++++++++




De héroes y tumbas o de heroínas y recompensas puede que vaya la cosa. Preguntas sobre el comportamiento humano. ¿Por qué un corazón latente puede resultar tan letal a otro semejante? ¿Por qué alquien se comporta con altruísmo aunque ese comportamiento no le valga para triunfar en la vida, para enriquecerse, para ser admirado? Alquien se comporta dando sin esperar nada a cambio porque le hace sentirse bien, le proporciona alegría en la vida. Debo suponer que eso le sucede a Pilar Mateo, una química que recorre pueblos deprimidos de México, Bolivia, Argentina... aliviando el dolor de sus habitantes. Ella es dueña de una fórmula desinfectante que aplicada a la pintura de las paredes mata un bichejo inmundo, una chinche, causante de una enfermedad mortal, el mal de Chagas. Podría venderlo a los gobiernos de esos lugares. dar un pelotazo en una farmacéutica multinacional (¿y a qué superfarmacia le iba a interesar tal cosa?), sacar un justo provecho de su trabajo. Pero elige la otra vía, la "improductiva". Simas vertiginosas separan a los seres humanos según su comportamiento, es decir, según su apreciación de la realidad, la capacidad de soportar el dolor ajeno, la injusticia, la infamia.



Para estudiar la pobreza extrema hay que estudiar la riqueza extrema, decía el otro día en un canal televisivo un representante de alguna asociación europea. Aquí, al lado, luce la foto de Carlos Slim, un brillante hombre de negocios, una de las mayores fortunas del mundo, un mexicano incapaz de ocuparse de la miseria de su propio país, ¡no faltaba más! para arreglar eso están los políticos. Le conceden un tesoro de 35 billones de dólares, muy por detrás de Gates, por cierto, que llega a los 40. Pero, no vale para limpiar la imagen miserable de su gran país. ¡Qué se le va a hacer!

Algo habrá que vincule a estos extremos ineludiblemente. Para estudiar la generosidad hay que estudiar la mezquindad; para la valentía, la cobardía, y así. Y como es de bien nacidos reconocer la valía de la gente buena, felicito a Charo Izquierdo, directora de Yo, dona, y a quienes lo hayan promovido, por destacar a esta mujer pintora de brocha gorda, Santa Brocha la dicen, con un premio. Así se hace: que los media se ocupen de lo que verdaderamente vale la pena. Algo bueno de lo que nos enseñaron tenía que aflorar algún día.

miércoles, 13 de enero de 2010

Se nos olvidará hasta hablar

+++++++++++++++++++++++++ Escena de Die Marquise von O, de Eric Rohmer, 1975++++++++++

Ha muerto Eric Rohmer. Ya le tocaba, estaba a punto de cumplir los 90, pero me apena porque eso significa que ya nunca hará películas, y me gustan tanto sus películas. El lenguaje que maneja Rohmer no pasa de moda, no se avejenta, no cumple años más que en los libros de historia del cine o de la humanidad. Inteligencia, gracia, frescura, belleza, osadía, audacia. Rohmer se atreve porque se lo puede permitir. La última película suya que ví, hace años, fue La inglesa y el duque, sobre la Revolución Francesa y, sobre todo, la implantación sobrevenida del terror. Rohmer encangó a un pintor los decorados para sus secuencias, nada de verismo a base de maquillar las calles de París. ¡Qué maravilla! Pero, sobre todo, usó su lenguaje directo, sin tapujos, sin disimulos, sin corrección política que valga. A muchos franceses les tocó las narices la película porque cuestionaba la nobleza de sus intocables revolucionarios. O quizá por otra cosa, no sé. Algo leí en Le Monde y en Libè. Y la primera peli que vi fue La genou de Claire, en un ciclo inaudito de cine de la Nouvelle Vague en Toledo, a mis 17 años. Ha llovido, ha llovido. Entre medias, Die Marquise von O, una obra de arte al frente de la cual conocí a mi actor favorito desde entonces: Bruno Ganz. Quelle belle journée! Y qué huérfanos nos estamos quedando algunos.

sábado, 9 de enero de 2010

Un manto helado




Nevó: año de nieves, año de bienes. No me ha tocado la lotería, una vez más, pero ha nevado trayendo a mi hogar el frío que produce la calefacción cuando abandona, la oscuridad de las bombillas apagadas a la fuerza y el aplazamiento de la ducha para cuando se arreglen las cosas. En algún punto del camino, donde el blanco ha borrado lindes y cunetas, quizá escondido bajo kilos de agua helada, debe de haber un cable roto, partido por el frío y el peso soportados. Y ese cable, amigos míos, iba derechito a mi casa. Pero no he sido la única deslucida sino que muchos miles se han visto en las mismas.








Por lo visto, me dicen los que han podido ver las news, que en toda España ha caído de lo lindo pero que la provincia peor tratada ha sido Tarragona y -mire usté por dónde- la zona más comprometida ha sido la nuestra. Dentro de esa zona tan comprometida sucede que mi casita se une a otras cuatro casitas en ser las últimas en recuperar la luz. ¡Qué suerte! El año que viene, si Dios quiere (Hermano Lobo dixit) en vez de esto será la lotería o alguna cosa aún mejor. Bien. Por descontado que estoy aislada del mundo y de la tienda de ultramarinos porque, primero, mi coche hállase envuelto en nieve y segundo, el camino de trescientos metros que separa la casa de la carretera está oculto bajo una capa de ochenta centímetros de nieve.


Por todos los diablos, claro, estamos en invierno. ¿Qué pasa? Pues pasa que, como me decían en Ohio, muy divertidos, ante los problemas que la nieve ocasionaba en la ciudad de Nueva York, no estamos preparados para esa eventualidad tan blanca y radiante. Y nos pilla sin confesar siempre, siempre. Así, desde luego, no hay quien se salve. La noche a oscuras y enfriada (Juan de la Cruz casi dixit) la pasamos bien: hubo que abrigarse para entrara en el edredón, yo, hasta con gorro de lana, pero bien. Dormir, se durmió. Y antes de dormir, cenamos a la luz de las velas, por aquí y por allá, muy romántico. Fregar los cacharros también fue gracioso, pero sirvió para meditar -una vez más- sobre la cantidad de necesidades que nos creamos los humanos y de los problemas que nos causan. La nieve, blanca y fresca, sirve como agua de cisterna para el retrete con un agradable efecto desodorizante (perdonen que lo mencione) y también mantiene fresca la comida del frigo. Y es euforizante. Por eso, tras el cabreo inevitable del apagón, viene luego la preocupación de tener que suspender las citas y el viaje a Madrid, para dejar paso, finalmente, a la admiración de la belleza que produce una nevada en sitios donde la nieve no es tan habitual, después de todo. Y la sonrisa. Y el placer. Qué bueno es eso.

domingo, 3 de enero de 2010

Meditación








Da una pereza tan grande que obliga a aplazar la tarea con cualquier excusa. Me tomaré antes un café, veré este documental y luego... me acabo el periódico y ya lo hago. Sin embargo, tengo para mí que fregar los cacharros de la cocina es un trabajo meditativo y relajante. Por eso me niego a comprar un lavavajillas, y eso que lo ví en casa desde niña, pero no entró en mí esa educación del electrodoméstico. Así que, ajusto la temperatura del agua, acopio un jabón amable con el medio ambiente y un estropajo blando con esponja, y empiezo a enjabonar con el agua contenida en uno de los cacharros casi limpios para poder cerrar el grifo hasta que necesite agua clara para enjuagar. Uno a uno, van apilándose los platos enjabonados -al ritmo de la respiración-, y uno a uno se escurre la espuma bajo el fino chorro templado hasta quedar limpios y ocupar su puesto en el escurreplatos, junto al fregadero. Los cubiertos exigen mucha atención so pena de quedar migajas pringosas entre las púas de los tenedores o pegotes en la hoja de los cuchillos. Nada raro: más de una vez me he encontrado con alguna sorpresa de esas. Uno a uno, van cayendo al montón, en el fondo de la pila de mármol, siguiendo el compás, como los flamencos en el martinete, hasta que el agua define sus perfiles y los deja listos para ocupar el escurrecubiertos. Vasos relimpios centellean ya en el escurrevasos cuando con el estropajo de niquel remato la faena empleándome a fondo con la cazuela y la sartén, las más rebeldes del fregadero. Al cabo de unos minutos, vuelve el silencio a la cocina. Y mi alma, sosegada. La frase puede recordar a San Juan, pero es Santa Teresa la que habla de las cazuelas. Tarea humilde que conduce a lo alto es maravilla. ¡Por el 10! Por ustedes.