miércoles, 24 de febrero de 2010

Esperando a Godot

En pleno Año Santo Compostelano, con esos caminos llenos de peregrinos de todo el mundo, con sus botitas y sus mochilas, los bastones de los que cuelgan la calabaza vacía para el agua que sacia la sed del caminante y la zamburiña que anuncia cuál es el objetivo de tan larga marcha, con los fríos y las nieves, los vientos y las furias del mar atizando por su cuenta, con todo eso que digo, los responsables de limpiar y dar esplendor al Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela tienen todo hecho un asco, andamios que tapan las lindas caras y obstaculizan la entrada del templo. Qué simbólico es todo esto.
Si el pobre Maestro Mateo que esculpió la maravilla en 1168 y la policromó, asistiera al guirigay montado por los que meten mano en la restauración se agarraría un mosqueo de mil pares. Porqué se haya producido un bloqueo monumental -nunca mejor dicho- entre las partes, no se sabe. Quizá la primera razón es que son muchas partes y entre tantas partes es posible que ni en España se consiga un todo. Ministerio de Cultura, Xunta de Galicia, Arzobispado de Santiago, Cabildo de la Catedral y Fundación Pedro Barrié de la Maza que ha puesto tres millones y eso da caché. A este quintuvirato se ha de unir un comité científico internacional de expertos para poner la guinda, supongo, al ágape que podrían montar entre todos. El andamio lleva en pie desde junio de 2008, el compromiso para restaurarlo, desde julio de 2007, el convenio de colaboración para poner dinerito, desde julio de 2006, y, entre las cláusulas contenidas en el acuerdo figuraba una interesante, ¿quizá olvidada?, que contemplaba una dirección única bajo el mando de la veterana y experimentada restauradora. Parece que el criterio de la restauradora, la curator, como dicen los anglos, no se tiene en cuenta, no emana auctoritas. Y eso que se llama Concepción Cirujano, analicen bien ese nombre. Quisque tandem?
A quien esto escribe le parece inevitable cierta reflexión: que este comportamiento resulta muy familiar en otras esferas de la vida española política, económica, laboral, educativa, etc. Que un estudio psicológico de la sociedad española y sus líderes -éstos, por delante- para determinar el mal del aplazamiento y sus posibles medidas de sanación es imperativo. Y urgente. Propongo un comité que seleccione una comisión para conformar un patronato que decida quién debe constituir el grupo de acción que nombre al director de ... Perdón, ¿por dónde ibamos? Ah, ya: Unos por otros, la casa sin barrer, así como: Entre todos la mataron y ella sola se murió, que también vale.

sábado, 20 de febrero de 2010

Los naranjos de mi calle


Están en Madrid unos artistas que vienen en llamarse Fallen Fruit y cuyo arte se enreda en las vueltas y revueltas de las habichuelas gigantes, artistas que se manchan las manos de una pintura extraña que huele a tierra y a humus, al rico perfume de la vida del jardin, a exhalaciones de bosque, sólo que en medio del asfalto, porque de eso se trata. Una vez cumplido el asfaltado de los paisajes, como pedía Manuel Vicent hace ya unos años, hay que proponerse el reverdecer de las cementeras, también llamadas ciudades. Estos locos de Los Angeles, donde han desarrollado la mayor parte de sus benditas fechorías, tratan de liarla estos días en Madrid, nada menos. En el barrio de la Arganzuela, sitos sus apechusques, aperos y utensilios varios en el Matadero (¡ójala le cambiaran el nombre a este centro magnífico de arte). Para los Fallen Fruits, las frutas, en sus árboles, pertenecen a todo el mundo y por ello deben de estar disponibles para todos. Dedican su ingenio, su habilidad, su tiempo y sus esfuerzos a ello. Buen peso en la balanza frente a los que se dedican a quitarle las manzanas a los niños. Es un decir, ustedes ya me entienden.

Han llegado al barrio, se han puesto a hacer cálculos, han estudiado qué especies de frutales irían mejor para jalonar las calles y ya están en ello, las manos en la masa, confundiéndose, claro, con los vecinos más interesados, que opinan con ellos, deciden con ellos y curran con ellos y sus manos. Cuando vaya a Madrid no dejaré de ver in situ cómo va quedando el barrio. Y si puedo, contribuiré en la faena. Ellos han instalado su campamento base en un espacio de Matadero Madrid que se llama Intermediae, adonde también se puede ir a ver qué pasa. Luego me dará pereza e igual no me muevo del sillón, pero lo dudo. En Madrid se me estimulan los músculos andadores y no paro. Me gusta esta apuesta por comprobar cómo se entiende el espacio público donde brota un frutal, algo que parece que debe tener siempre un dueño. El poder simbólico, dicen. Los artistas no han cambiado. Su impulso sigue siendo el genio de las buenas acciones. O el de la reflexión ante la maldad de la especie. Pero sigan ustedes, por favor, que parece que me estoy perdiendo...

viernes, 12 de febrero de 2010

Elogio de la melancolía

Dedicado al carterin, consciente de que la vida es breve (y bella)


Moon River, wider than a mile,
I'm crossing you in style some day.
Oh, dream maker, you heart breaker,
wherever you're going I'm going your way.
Two drifters off to see the world.
There's such a lot of world to see.
We're after the same rainbow's end-
- waiting 'round the bend,
my huckleberry friend,
Moon River and me.

Esta canción, esta escena, valen lo que todo el film, todos los rostros de Hepburn, todas las melodías inventadas para las películas. Ya estoy exagerando, ¿verdad? Sí, y sin embargo...
¿No consuela, acaso, las soledades y las dudas de la existencia algo tan sencillo, tan pequeño, tan bonito como esta canción? De los grandes logros de los genios de la historia de la humanidad apenas sé lo que emerge fácilmente, una punta de iceberg. Pero esta tonadilla y estas palabricas las repito mucho, mientras camino sola por estos campos de Barberá, cuando me alejo lo suficiente de lo humano y me adentro lo bastante en lo silvestre. Ardillas y jabalíes no me estorban; ni robles, chopos o castaños. Ni mi huckleberry friend. Hay tanto mundo que ver, tanto, tanto...