miércoles, 28 de abril de 2010

De sapitos y culebras

Acabo de regresar del molino y me he encontrado un bello ejemplar de serpiente escalera a la puerta del jardín. Se ha asustado al verme y más aún cuando le tomé la fotografía: emitía un ruidillo disuasorio que da mieditis; me imagino su efecto en animalejos como los ratolines y las salamanquesas. Al saltar el flash, la bicha se ha levantado en un rápido movimiento de ataque. Es que el flash resulta muy molesto y ella lucía esos ojos en rojo y azul que se apreciaban mejor en la foto recortada que no me ha admitido el editor de esta entrada, no sé por qué.
El caso es que ayer, mientras leía la prensa al sol del pomeriggio, escuché algún lamento breve de uno de los gatos. Aunque traté de contener mi curiosidad, no hubo manera y acabé levantando el culo del asiento de mimbre para ver qué tripa se le había roto. En el salón, junto a la vieja alfombra, Dante parecía muy atento a alguna jugada. Sin gafas -me las dejé sobre el periódico- no veía ni torta, pero al acercarme comprobé que mis sospechas se cumplían: era una culebrilla (¿una viborilla, a lo peor?) revuelta sobre sí misma, que lucía un pequeño zarpazo gatuno y acababa de atizarle un viaje tangencial sin importancia al felino. En defensa propia, desde luego.
Saqué el reptil con cuidado al monte, para que tardara más en regresar. Siempre temo por los pececillos de colas largas que están en el estanque y que, seguramente, suponen un manjar para estos bichejos. A Dante nada le pasó, de modo que la viborilla se quedó en joven escalera. Y recordé entonces que hay una de estas serpientes que habita el tronco hueco de una acacia centenaria, cerca de la casa. Cuando llega el tiempo, muda su vestido y deja por ahí, entrre las flores, la vieja casaca de invierno. Se ve que ha fundado una familia. Lo siento por los sapitos, los rubios batracios que también gustan de pasearse por el jardín. Creo que no hacen buenas migas.
En fin; la vida.

martes, 20 de abril de 2010

¿Estuviste en la cola de Velázquez?

Parece que, al igual que en los primeros años del primer gobierno socialista, cuando era ministro de Cultura, o así, el inefable Javier Solana, en que se formaban esas colas impensables ante una expo de Velázquez, o se pagaban unos cachés inéditos en el mundo entero por escuchar a Yehudi Menuhin, pues al igual que entonces, ahora hay que apuntarse a los eventos necrológicos de carácter cultural.
Así que, hala, todos a ¿honrar? la memoria de Miguel Hernández o del otro Miguel que acaba de morir, Delibes. Todos, los que saben qué eran, qué escribían, qué aliento les daba vida y los que no tienen ni pajolera idea, que son los más, porque no se han dignado a leer ni una sola linea de lo escrito por ellos.
"Al cabo, nada os debo, me debeis cuanto escribo", y tanto.
Este es el país en el que vivimos: o aplastado por la vil pedantería de los que se creen elegidos de los dioses o abandonado de la plebe soberana que prefiere mirar la caca televisiva o jugar a vidas virtuales antes que pararse (si no va conduciendo un coche), bajo un olmo viejo (si es que queda alguno), junto al río (si no huele a podrido), abrir un libro (de papel, si quedan) a leer (si es que se acuerdan)unas cuantas líneas de un buen autor (si es que saben reconocerlo) que reconforte sus vidas (si es que han advertido estar necesitados de confort).
Perdonen el cabreo. Es una patología que me ataca de vez en cuando. Será el dolor de España del que hablaban los del 98. O mi impaciencia o la envidia que me provocan otras sociedades más razonables pero quizás menos disfrutonas que la nuestra.
Tienen razón: mejor colas ante Velázquez que nada. Mejor asistir a homenajes de escritores desaparecidos que nada. Igual se pega algo y nace el deseo de leer, qué gran regalo.

jueves, 1 de abril de 2010


REGALO
Czeslaw Milosz

Qué día tan feliz.
Se disipó la niebla temprano, yo trabajaba en el jardín.
Los colibríes se detenían sobre las madreselvas.
No había nada en la tierra que deseara tener.
No conocía a nadie que valiera la pena envidiar.
Olvidé todo el mal acontecido.
No me avergonzaba pensar que era el que ahora soy.
En el cuerpo no sentía ningún dolor.
Al incorporarme, vi el mar azul y unas velas.

Berkeley, 1971

Traducción de Xavier Farré

Conocí a Milosz hace la tira. Una entrevista, al traducirse varios de sus libros que publicó Tusquets. Yo trabajaba en la radio, pero en informativos. Me ofrecía voluntaria para estos trabajos que nadie quería hacer: había que leerse los libros. ¡Qué tiempo aquel más bueno! A Milosz le gustó que le preguntara por su madre y la influencia que pudo ejercer sobre él.

¡Feliz Pascua Florida a todos!