Después de varios días, que casi pasan de una semana, tratando de acabar, conseguí hacerlo: pintar la piscina del Molino. Ha quedado bastabte bonita, de no ser por un churrete blanquecino que ha acabado por asomar, a pesar de que pasé y repasé con un fuerte tono azúl el pugnetero suelo de la cubeta natatoria. Mecachis. Y mira que he penado yo en la piscina de marras.
En todo caso, comunico a los amables lectores de este blog que el agua está fresquita, demasiado quizás, pero están invitados a darse un chapuzón cuando así lo deséen. Han dejado ya dicho los del tiempo que éste va a ser un verano de órdago. Calentito. Las ranas y yo lo vamos a pasar a remojo, según hemos acordado en el último conciliábulo celebrado ayer tarde, en la gran charca que aparece en la foto-avatar; no en ésta, ya que se trata de la piscina recién pintada, como puede apreciarse.
Ustedes vosotros podeis hacer lo que se os apetezca o venga en gana, que para todos los gustos hay que haber.
Yo, amén del remojo, me he agenciado unos cuantos libros para leer a pierna tendida, como aquellos veranos de la cándida adolescencia en que se iban las horas sin pensar. ¡Qué delicia! Esas tediosas horas de la siesta en que me zampaba las novelas como si fueran galletas de chocolate. Sí, amigos: ese es el lujo y no las horteradas de los malditos ricachones que nos están templando el alma a robo tendido.
A ver si encuentro un artículo que ha escrito un viejo amigo y compañero de las filas universitarias, Pedro García Cuartango, que se deja la piel en El Mundo, mi antiguo presidio, y que tiene un rinconcito al que ha llamado, con tan buen tino, "El tiempo recobrado", ya saben en homenaje a quién. Y quien no lo sepa que lo pregunte que es como se aprende. Y nunca es tarde para aprender y no hay que sentir vergüenza de desconocer algo, por muy importante que parezca. Caray, casi me ahogo.
Sé que a Javier, otro viejo amigo, con quien compartí su casa de Barquillo, en Madrid, le gustan las culebras. Casi capto otra que tomaba el sol sobre la fuente del jardín, placenteramente. La muy víbora se habrá zampado algunos pececillos de colores. Si la logro fotografiar, prometo traerla aquí otra vez.
Por el momento, valete,
Molinerazul.
PD
Como no he logrado enlazar el articulito, os lo he copiado a continuación.
TIEMPO RECOBRADO
Manifiesto contra la crisis
Publicado el Miércoles, 16 de junio de 2010
Levántate y mira cómo cambia de color el cielo al amanecer. Verás una infinita paleta de tonalidades azules que dejan paso a una luz radiante. Observa la sombra deslizarse por la pared como una salamandra perezosa.Siéntate en un banco del parque más próximo, cierra los ojos y huele la hierba. Deja la mente en blanco y escucha los ecos del pasado que resuenan en tu memoria. Que ellos te lleven donde quieran.
Sube al campanario de una iglesia o al edificio más alto de tu ciudad y grita con fuerza. Siente cómo tus pulmones se quedan vacíos. Contempla el mundo desde la altura. Todo parece más pequeño.
Cuando sople el viento, busca una llanura. Siente su frío cortante en la cara. Mira cómo se desplazan las nubes. Están a merced de las corrientes de aire, al igual que tu vida. Su movilidad es una forma de quietud.
Disfruta de un pan cocido en horno de leña y piensa en la caprichosa geometría de su masa y su corteza. Fíjate bien: es la reproducción a pequeña escala de un universo que se ha expandido desde un soplo original.
Pero nada como una vieja canción italiana de los años 60. Vuelve a escuchar 'Senza fine' y revive las emociones del amor a los 16 años. Tú también -como Gino Paoli- tienes una bala clavada cerca del corazón.
No seas fatalista ni aceptes la crisis como un pretexto para justificar tu pereza. Como ya sabían los griegos, todo lo nuevo nace de las dificultades. Saca lo mejor de ti mismo y aprovecha la tempestad para aprender a navegar con más pericia.
Báñate en las aguas frías de un gran río. Sentirás cómo tus emociones fluyen y se marchan hacia la desembocadura, mientras tu alma se reconforta en la orilla.
Viaja en tren y coge un destino cualquiera. Observa cómo se cruzan las vías y cómo cambia el paisaje. Apéate en una estación al azar y camina como el Lázaro resucitado. Lo importante son los ojos y no lo que vemos.
A los que te hablan del futuro respóndeles con la máxima del Evangelio de que Dios vela por todas sus criaturas.
«Eterno será el verano tuyo. No perderás la gracia, ni la Muerte se jactará de ensombrecer tus pasos cuando crezcas en versos inmortales» ('Soneto XVIII', Shakespeare).
No obstante, lleva el óbolo en el bolsillo por si requieres de los servicios de Caronte. No temas el viaje por la laguna Estigia porque los dioses te protegerán en la travesía.
Mira la estrella Vega que aparece en el cénit a medianoche de junio. Desprende un brillo azulado. Es distinta a todas las demás como las rayas de tu mano. Pero a su lado hay una gigantesca nebulosa invisible.
No intentes desvelar el enigma de los siete puentes de Königsberg. Cruza por ellos y piensa que por allí han pasado Kant y otros muchos sabios.
Ten piedad de tu corazón afligido y olvida las penas porque tú eres mucho más importante que las circunstancias.
Persigue tus sueños. Aprende a volar.