domingo, 18 de julio de 2010

Al Vaticano las mujeres no le gustamos nada nada

Pero que nada. La Santa Inquisición, que ahora se llama la Congregación de la Doctrina de la Fe, ha dicho que la ordenación de mujeres es un pecado y de los gordos, no menor que la pederastia y la pornografía infantil. Normal.
No sólo la iglesia católica sino que muchas más instituciones humanas y sociedades enteras y, desde luego, millones de individuos (entre los que cabe contar inmumerables individuas) siguen creyendo que la mujer fue un error divino, como había dejado dicho Tomás de Aquino.
Las lindezas más sonadas contra las  mujeres, o mejor, contra la mujer, la idea general de la mujer, lo que caracteriza a lo femenino, etc. se pueden leer en autores variopintos, desde el bueno de Aristóteles que basaba su argumentación sobre la decidida inferioridad de las mujeres con respecto a los varones en que sus dentaduras tienen menos dientes.
Autores incontestables como Nietsche, Schopenhauer, Fray Luis de León (¿o fue el de Granada, o quizás, ambos?), Rousseau y una larga lista que ahora no me apetece levantarme a consultar (como decía Umbral) han atizado en la testa y en sitios menos nobles a la condición femenina, que es la condición de la condición humana, pero la Iglesia siempre ha llevado la delantera.
Le costó catorce siglos reconocer -a regañadientes- que las mujeres tienen alma.
Pues, nada; que habrá que seguir jorobándose y renunciar a ser sacerdotes. ¡Qué se le va a hacer! Aunque las anglicanas pasan de esta prohibición, como muestra esta graciosa foto que no he podido firmar porque no sé de quién es.
Ahora bien, como dice el suelto de la página de opinión de El País, cuando Jesús de Nazaret fue detenido, los hombres salieron por piernas para que nos les cogieran a ellos también. Las mujeres, incluso la malafamada Magdalena, se quedaron junto al cautivo y ajusticiado, a los pies de la cruz. No, si no es por nada.

martes, 13 de julio de 2010

Malestar

(EFE/http://www.cuartopoder.es)

Fotuts, tú; están fotuts los nacionalistas catalanes con el honorable Montilla, al frente. Les molesta que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut aluda doce veces a la unidad indisoluble de España. ¡Doce veces! Por todos los santos y Dios bendito. Son ganas de fastidiar, desde luego. Y encima, va España y gana el Mundial de Fúmbol que es que no se puede tener más mala idea, jolines.
Hereu, alcalde de Barcelona (significa "heredero", por cierto) no quiso poner pantallas de TV en la ciudad para que la chusma viera los partidos en los que jugaba la selección española. Hasta el domingo en que no le quedaron más bemoles que hacerlo. En Baracaldo, población vasca, su alcalde sí tuvo bemoles para poner la pantalla pero los filoetarras cortaron los cables -además de quemar medio pueblo vociferando para amedrentar al personal- para que ni Dios viera el partido.
Esa es la realidad de España que ha promovido eficazmente el presidente Rodríguez, con sus "astucia" de ir engañando a los nacionalistas para obtener más votos con que permanecer sentadito en la sillita la reina que nunca se peina y un día se peinó, etc. Los cuatro gatos, empreñados ("enfadados") por no jugar a las casitas en su propia nacioncita han crecido al calor de las mentiras y de una educación en la que se ha adiestrado a generaciones enteras en el odio a lo español y su asimilación con épocas oscuras. ¡Como si ellos no hubieran contribuido a esa oscuridad cuando les fue bien hacerlo!

Pero, bueno; yo, a lo que iba es a que la elegancia, el buen hacer, la generosidad, el compañerismo, la inteligencia han ganado en Johanesburgo. Aunque los otros trampeen y jueguen sucio se puede ganar. Aunque el juez que decide sea ciego para las injusticias, se puede ganar. Y eso da mucha alegría. ¡Qué quieren que les diga!

viernes, 9 de julio de 2010

Las buenas maneras,

No me gusta el fútbol, es más, me ha dado rabia siempre el fútbol: rabia encontrarme con que la película anunciada en la tele se sustituía por un partido de liga, rabia porque había días en que en la radio no podía oírse otra cosa que vociferantes papagayos gritando "¡¡casi!!, ¡¡¡Uyyyyy!!!" y cosas por el estilo. Me daba rabia que el fútbol se metiera por todas partes. 
He sido deportista, que conste; he practicado, desde que tengo uso de razón: natación, frontón, ciclismo, tenis, pin pong, patinaje, baloncesto, balonmano, volei, hasta he jugado al badminton. Y he disfrutado partidos de tenis y de volei retransmitidos por la tele. Y la Vuelta o el Tour. Pero, el fútbol...
Yo creo que esto me pasa porque tengo prejuicios. Lo vi siempre ajeno a mí, lo asocio a tardes de domingo aburridísimas, en los años grises de los sesenta y los setenta, cuando -sobre todo en verano- las horas de la siesta se eternizaban con el zumbidillo del transistor y las retransmisiones de fútbol se cruzaban por el aire de casa a casa, en el patio grande, al aire libre, del bloque de viviendas donde vivía yo. 

El fútbol me recuerda también al novio de Pilar, una tata que cuidó de mi familia, que era un tipo un tanto borde y del que siempre sospeché que no se portaba bien con ella. Me parecía algo hortera ser hincha de fútbol, impropio de alguien que quisiera tener distinción, un toque de clase. Además, yo me sentía muy moderna, em encantaban los Beatles, y el fútbol me parecía una cosa antigua.
En el tiempo del que hablo aún no se tenía en cuenta todas esas sandeces de la "corrección política". Las cosas se decían con  buena o con mala intención y no hacía falta ser un hipócrita y mentir como un bellaco para quedar bien en sociedad.
Sigue sin interesarme el fútbol pero ahora he permitido que me invada de vez en cuando. Ya no salto como un galgo a apagar la radio cuando empieza un programa de deportes, o sea, de fútbol, como hacía antes. Sigo con lo que esté en la cocina: tratando de cocer el enésimo bizcocho de plátano en el horno, sacando brillo a las bandejas de alpaca, despejando el fregadero, poniéndoles condumio a los gatos o qualquecosa.
El Mundial de Suráfrica ha venido a cambiarme los esquemas en este terreno de juego. Supongo que esto ocurre porque la Selección Española va marcando estilo y ganando a su ritmo, pero esa circunstancia no quita mérito. Me gusta lo que aprendo escuchando la radio en esos programas de deportes, o sea, de fútbol; me divierte el lenguaje -como le pasaba al gran Fernando Lázaro Carreter- y la creatividad que desarrollan algunos comentaristas. Y la pasión que le ponen, que procuro desvincular de los grandes negocios multimillonarios que mueve este deporte.
Luego están los protagonistas. Ya me había llamado la atención Pep Guardiola, el entrenador del Barça, por su elegancia y su modestia. Algo parecido me ocurre con Vicente del Bosque, el seleccionador nacional, por su prudencia y su bonhomía. Realmente, parece un español del siglo XVI o del XVII, bien nacido. Gentes de buen talante y buenas maneras. Tanto uno como otro me alegran el panorama de paisanaje hispano. Y de paisanaje, en general. 
Entre los jugadores, me parecen extraordinarios tanto Iker Casillas como Mesi, el argentino. Salen de la normalidad por su personalidad: ambos son de lo más antidivo que pueda una imaginarse, a pesar de la exposición a los medios constante y de tanto dinero corrompedor en sus bolsillos.
En fin que, en el partido del domingo para determinar qué selección nacional sea la campeona del mundo, deseo que gane la mejor.
Y que la mejor sea la española.
¡Ah, se sienteee...! 

viernes, 2 de julio de 2010

La piscina de verdad, la auténtica

Este es el aspecto que presentaba la piscina una vez vaciada de agua y aligerada de hojas, frutos y otras sustancias cuya mención prefiero ahorrarles. Con la llegada del calor ya no había excusas para aplazar por más tiempo la tarea casi de pesadilla. Lo confesaré: es la primera vez que me veo en tal aprieto. Los años anteriores a éste, alguien encargado de ello cumplía a las mil maravillas. Pero se fue. Lástima.
Ahí abajo, dentro de esas cuatro paredes, envuelta en el aroma de podredumbre al que acabé acostumbrándome con facilidad, por cierto -hay pestes mucho más insoportables-, se vive una sensación de hipnosis a la que contribuye la radiación solar en las paredes casi blancas. Como si estuvieras en un sueño, no del todo una pesadilla, pero sí algo inquietante, del que no sabes el final.
Gracias a la humedad y a un buen cepillo de barrendero de setenta centímetros de ancho, reducir la masa de chapapote vegetal fue relativamente fácil y, además, aproveché para cultivar mis tríceps, ese grupito muscular casi inexistente en los brazos femeninos. Las agujetas del día siguiente fueron de risa; que causaban una extraña risa, quiero decir, a fuerza de dolor. Cosa más rara...
No dispongo de foto que dé fe de mi práctica con la karcher, una maquinita de agua a presión que me prestó mi amigo el Galeno, con la que la porquería salta en pedazos dejando el paisaje piscinil limpio y brillante. Pero sí puedo enseñarles esta otra foto del estado en que quedaron las paredes del habitáculo de nadar, si me permiten la licencia del nombre. Qué bonito sería si se pudiera dejar tal cual, pero ¿se puede? No, no se puede. No se puede porque si lo dejas así las algas y otras pequeñas vidas entusiastas medrarían a placer a las horas de llenar de agua la piscina, agua que se calentará con el fuerte sol de julio y, ya lo decían los sabios griegos, ese caldito es origen de vida. Hay que raspar y hay que pintar.
No me negarán que es una pena, porque los colores que ha desvelado la karcher son muy sugerentes y ricos, pero se ve que no son admisibles, por el momento, en las piscinas. ¡Qué se le va a hacer!
A todo esto, la tarde se presentaba un tanto inestable. Por un lado, un alivio ya que el sol había estado castigándome todo el día, pero los truenos que se iban acercando no auguraban nada bueno.
Gotas de lluvia vinieron a confirmar mis sospechas. No hay más remedio que dejar el curro hasta mañana. Qué bien, la verdad. Tenía las 5L, 6L y 7L a punto de quebrarse como un azucarillo de navidad. 
Excusa perfecta para entrar en la vieja casona, prepararme un té kukicha y sentarme al ordenador para contarles a ustedes esta cantinela que no sé si a estas alturas seguirán leyendo. Que también son ganas.

                                                                               *****

Bien. Retomo la narración -tan obsesiva como hipnótica como la labor de la piscina- para contarles que ya está. Pintada con varios tonos de azul, según se me iban acabando los botes de pintura al agua. Creo que quedará estupenda al menos las primeras semanas. Luego, algas y pequeñas formas de vida se irán apoderando de ella, pero a nosotros no nos importa compartir con ellos tanta agua de manantial, fría como la nieve. Estimulante.ras seguirán leyendo. Por que también son ganas.

Et voilà: a falta de llenar este saco de agua. Ya les haré partícipes del placer friulento de entrar en ellas, recién salidas de las entrañas del monte. Feliz veraneo. Tómenselo, por favor; no se burquen excusas tontas como tener trabajo, ocupaciones y, lo que es peor, preocupaciones. El verano es para las vacaciones y las vacaciones son para veranear. A la antigua usanza, desde luego.

Casi olvido otra fotografía muy reveladora de lo adecuada que resulta una vieja piscina que lleva todo un año al pairo, alimentándose de la intemperie y sus dádivas, como casa cuna de ranitas. Miren qué hermosura de renacuajos en formación. No había menos de quinientos renacuajos y ranitas diminutas. También de las grandes. Pero, que nadie sufra: todos fueron salvador y disfrutan de buena salud, como lo muestran sus dinámicos croares hasta altas horas (las muy malvadas).  Espero que se pueda clicar encima para verla ampliada. Son unos bichos encantadores. Valete.
Se puede, se puede: fíjense en el renacuajo solitario, más sumergido, en un detalle ampliado: qué sensación de estar nadando a su lado, ¿verdad? Le acompañan dos garapitos (Notonecta glauca) buenos nadadores y muy competitivos. Ahora sí, me voy a dormir.