viernes, 7 de octubre de 2011

Bodegón de otoño

Membrillos, caquis, tomatitos y uvas de mi huerta
A pasos de gigante se acerca el frío a la Conca de Barberá. Todavía podemos consolarnos con un tibio sol a mediodía pero no valen ilusiones: nos encaminamos al invierno, al frío, a las tardes minúsculas, las largas noches, las mañanas heladoras. La muerte de Jobs -que tenía apellido de santo pacienzudo- no ha parado la marcha de las estaciones. El ya no está aquí para verlo -de hecho, aquí no creo que haya estado jamás, viviendo como vivía en California-, pero el cielo se ha vuelto grisáceo, sopla un viento impío que hace volar las ramas de las palmeras y no apetece nada dejar el calor que emite la bombilla de la lámpara bajo la que escribo esto, para dar una vuelta. Hasta he tenido que meter en casa el semillero de acelgas y puerros para evitar que se queden tiesos. Ya lo exhibiré aquí cuando estén más presentables.
Kenia prueba refugios en todos los rincones. Regalé su cama de Ikea porque pensé que ya no le interesaba. Siempre dormían juntos ella y su hermano en un empeño que no podía ya repetirse porque son mucho más grandes que esa cama. Ahora parece reprobar mi decisión y me restriega sus apuros dentro de esta cesta que estudia minuciosamente para ver de sacarle algún partido.
Mientras esto escribo -al final, me he atrevido a caminar contra el frío viento de las narices- me entero por la radio de la concesión del premio Nobel de la Paz a unas cuantas mujeres de las que no se acuerda ni Santa Bárbara cuando truena. El Nobel de la Paz recupera su sentido este año. Mira que la han fastidiado veces.
Las juergas de las agencias de des-calificación de los países siguen, jaja, jiji, corre el champán que festejan a los tipejos que se están forrando, jiji, jaja. En España envejecemos sin remedio, se muere más gente que nace, los inmigrantes emigran a otros lugares, normal. Todo ello, dicho sobre un machacón fondo de música sobrante que contribuye a aumentar la inquietud y la sensación de malestar. Por suerte, empieza la retransmisión de un partido de fúmbol, así que puedo desconectar -clic- qué paz el silencio. Me retiro a practicar yoga. Yoga y silencio. A ver si recuerdo esta noche quedarme en silencio diez minutos (eso es difícil, ¿eh?) antes de dormir, como hace el Nobel de Literatura de este año, Tomás Transtörm. 

3 comentarios:

estrella dijo...

Elvi, estás inspirada!
Aquí también se ha sentido el fresco hoy. Vaya que salí a las cinco, para ver a M.M, en mangas de camisa y a las ocho tuve que entrar en una tienda para comprarme una especie de bufanda para poder pasar unas horas con Sofia

estrella dijo...

Vaya bodegón! Anda, guárdame uno de esos membrillos…no lo compotees que le quiero hincar los dientes!

Elvi dijo...

Se te quedarían egcantaíco (descantadicos, supongo), los dientes, Etrella mía, si los hincas en esos membrillotes. La palabra que uso, me la dijo un pastor de la Alpujarra granaína, hace muchos años, cuando yo le grababa una conversación para mi programa de radio: "con el pantalón corto -decía- se nos quedaban las rodillas egcantaícah del frío a las criaturah". Fue bonito.