miércoles, 6 de agosto de 2014

Un toque de melancolía


Dos sillas vacías, debajo de la glicina, cuando cae la lluvia sobre el agua del estanque, una tarde de verano, tienen el poder evocador del paso del tiempo, de la modificación de las situaciones. Un antes y un después. Hace dos minutos, un joven y su madre charlaban quedito, tableta en ristre, sobre cómo tomar una foto de los kois que evolucionaban bajo sus pies. Un trueno descomunal anunció la inmediata lluvia que cayó como un torrente sobre el Molino. Y ahí quedaron las sillas abandonadas, en silencio.

4 comentarios:

estrella dijo...

Y qué estarán pensando esas sillas? Qué verde está todo, y El salto del Molino acogiendo - contento y cantarín - la lluvia. Boston húmedo y nublado...pero no nos quejemos que podría ser peor.

Elvi dijo...

Verde que te quiero verde, Estrella, y anoche, lluvia de Perseidas, estrellas fugaces (como tú, en ocasiones), tan bellas...

estrella dijo...

Como me habria gustado disfrutar de esa lluvia; hace tanto tiempo que no ve una, era una chavala cuando vi la ultima...

estrella dijo...

Alguien a quien recomendé el Molino me ha llamado agradecidísimo de haberlo animado a ir. No se podía creer la belleza que lo rodeaba