Aquel año académico en la universidad de Toledo (Oh) empezó con ciertas carencias que, sólo mucho más tarde, supe que eran afectivas. ¡Qué cosas! Una joven aspirante a periodista, independiente, autónoma, bien educada en la resolución de problemas cotidianos, curiosa y amante de los viajes en solitario resulta que acusó una falta de afecto en la Gran Pradera del Midwest. A otros les da por morder esquinas. No sé.
De modo que busqué, y encontré, socorro y alivio para mi pena en la biblioteca de la universidad. Magnífica biblioteca, tengo que decir: un edificio moderno de cinco plantas, bien distribuido y ordenado, a cuyos estantes podía una acudir en busca de sus libros, una vez consultadas las fichas donde se apuntaba el lugar exacto, con una carretilla, si quisiera, para trasportar cuantos se necesitaran. Los libros estaban protegidos por una banda magnética, oculta entre sus páginas, que pitaba fuertemente si no había sido desactivada formalmente. Podías retener los libros en tu casa durante quince días, al cabo de los cuales había que renovar el préstamo o devolverlos. ¡Qué delicioso era perderse entre los altos estantes llenos de libros! Buscar un título, o dos, y acabar con cinco o seis libros prometedores, que invitaban a ser abiertos enseguida, como dice Italo Calvino, en uno de los suyos, después de buscarse un buen refugio, cerrar la puerta para que nadie moleste, ni un teléfono, ni un timbre, ni un pensamiento que distraiga de la lectura (Se una notte d'inverno un viagiattore). Esa fruición de leer que se pierde, ay, con los años, así como la capacidad de concentración.
Así fue como me topé con el sochantre y sus crónicas, con Merlín y su amigo Felipe, con las ánimas dispersas y algo desanimadas (¡!) de sus historias, con el hombre que se parecía a Orestes y hasta con el inigualable Ulises. Alvaro Cunqueiro, que en su juventud hizo el paripé con Franco para escapar a castigos, aprendió a fabular muy pronto, escuchando las divertidas historias que le contaba su madre, doña Pepita Mora, al calor de la lumbre, en su Mondoñedo natal.
Fue dulce dejarse envolver por esas narraciones extraordinarias, esos personajes tragicómicos, tiernos y ocurrentes, el ambiente de plenilunio brumoso en pleno bosque, húmedo el aire y lleno de ulular de búhos y autillos. A él, al escritor, siempre me sentiré agradecida.
Había un departamento de revistas y periódicos diversos, en el sótano de esa biblioteca, donde más que instruirme, me consolaba del exilio voluntario con lecturas castizas. Por suerte, eso no duró mucho tiempo; en un par de meses, yo andaba ya muy metida en la vida universitaria, me había apuntado al equipo de volei de la universidad (del que salí tarifando, incapaz de soportar los intensos entrenamientos), iba a nadar tres días a la semana, había hecho amigos, sobre todo. Sara Burt, por ejemplo, de Florida. Sighn, del Punjab; Marta, de Argentina; Celia Esplugas, también argentina... Peter, de Ohio, al que yo le gustaba, pero él a mí, no. Para entonces, yo ya andaba metida en lecturas de novelas y cuentos sobre la guerra civil americana: Stephen Crain, Ambrose Bierce, etc. Sobre una asignatura que me apasionó, por la que leí libros como "Science and Sanity", de un polaco cuyo nombre he olvidado. "Nonverbal communication", de Clara Davis, creo. And so on.
Pero esto sólo quería ser un homenaje a un escritor casi olvidado y que a mí me encantó, literalmente.
18 comentarios:
Mira que magnífica la cubierta del libro. Hasta se pueden leer algunas páginas, en la melosa lengua gallega. Qué bien si alguien me lo leyera en voz alta!
http://tinyurl.com/lbo4n8
Sí que es bonita; gracias, me: más bonita eres tú.
Yo lo he leído en español, pero reconozco que no me costaría mucho leerlo en gallego. Tengo amigos de allá y la relación de lengua y amistad siempre da buenos resultados. Hasta estoy repasando mi inglés...
Elvi, tuviste la misma fascinación que yo tuve con las bibliotecas. A mí me tocó la de la Universidad de Penn (University of Pensylvania, Filadelfia). Las mismas experiencias.
Me chocó sin embargo ver a los jóvenes estudiantes en las salas de lecturas en camiseta y pantaloncillo, las chanclas en el suelo y ellos, tendidos en todo su largo y ancho, en los sillones y sofás de las distintas salas, durmiendo a pata suelta…el libro abierto reposaba en su estomago. Los de Harvard parecían ser mas civilizados…o ya me había acostumbrado y ni me di cuenta.
Gracias de parte de me!
Siempre recordaré la sensación de niños mimados que me producían los estudiantes de Toledo Oh Univ. Pero también yo me sentía privilegiada. Me encantaba esa biblioteca y pasaba mucho tiempo en ella. Cualquier pretexto me servía para pisarla una y otra vez.
Entre los libros de mi padre, cuando yo apenas habîa aprendido a leer, estaba un misterioso "Merlin y familia". Yo pensaba que mi padre estaba aprendiendo para mago.
Un niño juicioso, sin duda, MM; tengo entendido que, en efecto, era lo que tu padre se traía entre manos. Aprendiz de mago, ¡qué gran tarea! ¿No es, acaso, algo a lo que aspiramos las almas que queremos ser nobles? (Ahora me ha salido cierto ramalazo de Hiperion).
Que sigas, Elvi, con las historias de OH! Qué bien tu homenaje a Cunqueiro y a los deleites de las bibliotecas universitarias norteamericanas que, a diferencia de las españolas de ANTES, ofrecen un ambiente acogedor donde uno se sienta cómodamente, se pone a leer y a descubrir un mundo nuevo (en tu caso, el gran Cunqueiro, Crane, Bierce...) Leyendo tus palabras me he acordado de las horas deliciosas que pasé de estudiante en las bibliotecas de Toronto y de NYC. Recuerdo un sillón comodísimo al lado de una ventana (que daba a un jardín) cerca de los estantes donde estaban los libros de historia del arte. La letra "N", en el sistema de la Biblioteca del Congreso. Alli podias estar durante horas, con un album de cuadros o dibujos...
No sé si has leido el “Panegírico de la biblioteca norteamericana” de Pedro Salinas o las reflexiones de Mario Hernández sobre el mismo tema. Escribe Salinas en 1948 que la diferencia capital con muchas de las bibliotecas europeas "se halla en que las restricciones, recelos y calculados inconvenientes que allí [en Europa] se ponen al lector, aquí [en EE. UU.] se vuelven libertad espléndida y estudiadas facilidades. La biblioteca aquella estaba asentada sobre el criterio de la tesorería de libros; el toque consistía en su guarda celosa, sin distinguir el incunable del contemporáneo, más garantida cuanto menos se tocara a los tesoros, preciados. Vivía la institución sobre una moral de avaricia, de negaciones. Cicatería en las horas, en los libros legibles, en el modo de darlos, uno a uno. La biblioteca americana en cambio vive en una moral de generosidad. No guardarse nada, darlo – bien se entiende, claro, por un cierto tiempo, prestarlo—todo. ¡Cómo andan las gentes por esta admirable biblioteca pública, la Enoch Pratt Free Library de la ciudad donde resido, Baltimore! Por menudo que sea el lector, de edad y de estado, va y viene por estos salones como Pedro por su casa. Si alguien le sale al paso será para ofrecérsele si necesita consejo. Todo abierto. Los libros no se sustraen a la vista de los lectores, ni a su ojeo. En su inmensa mayoría se hallan alineados en anaqueles, todos de fácil acceso a la mano, clasificados a perfección. Y si no nos gusta escoger un libro por su abstracción y en la tarjeta del índice o catálogo, de memoria, por decirlo así, no hay más que ir a su estante y allí se puede mirar, sopesar y abrir cala en esta y otra página antes de decidirnos” (P. Salinas, “Ensayos completos”, ed. Solita Salinas, t. 2, p. 341).
Hoy en día, claro, esas palabras sobre las bibliotecas europeas han perdido su validez. Este verano tuve ocasión de trabajar por primera vez desde hacía años, en la Biblioteca Nacional de España y fue una experiencia muy agradable. Una nueva generación de bibliotecarios y una sucesión de directores eficaces, empezando quizás con Jon Juaristi y pasando por Rosa Regás y Milagros del Corral, lo han mejorado TODO, desde la catalogación hasta la compra de manuscritos contemporáneos interesantes, la comodidad de las salas, la ayuda atenta que se le presta al lector, o el entrenamiento de la gente joven. Los discípulos de Pablo Jauralde -estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid - colaboran, desde hace años, en la descripción de los manuscritos y en la preparación de catálogos impresos o electrónicos: cosa que deberíamos inciar aquí, en nuestras universidades. En fin, el cambio ha sido dramático. Lástima que la BNE sólo capta la atención del público cuando se roban mapas o dibujos...
Elvi, este bibliofilo me suena a alguien familiar. Cuanto sabe el hombre de dios!
Bibliófilo, es una delicia lo que usted dice y la aportación de lo escrito por Salinas. Doy fe que me siento igual de bien que lo contado allí. ¿Qué me dice de la biblioteca pública de NYC? Absolutamente maravillosa en esa generosidad de que usted habla. En cuanto a la BN de España, ya no sé tanto. La última vez que acudí, fue hace algunos años, estaba en obras la gran sala central, donde he estudiado tantos exámenes de mi carrera. En la sala sustituta, sólo recuerdo algo desagradable: un guardia jurado, pistola alcinto, que se paseaba arriba y abajo, amenazadoramente, entre las ristras de mesas. Nada aleccionador. Creo que fue en la etapa de Regás, quien, por cierto, no impidió la salida de incunables, a pesar del tío de la porra. En fin...
Sí que sabe, sí. ¿Conoces tú, Chiqui, a alguien que viva en Baltimore?
Es tan entusiasta que rebuscaré más historietas de Ohio para contar aquí. Aunque temo que sólo le interesen a él. Bueno, y a tí, amiga mía.
Elvi, ahi va un sitio interesante-- Brit Lit blogs!
http://www.britlitblogs.com/
Brit lit blogs? ¡Pero si es un mundo en el que me perdería seguro! Gracias Bibliófilo, en una rápida ojeada ya he podido leer un comentario sobre uno de los libros que más me han gustado leer: de Marguerite Yourcenar, "L' oeuvre en noir" y, desde luego, las memorias de Adriano. ¡Qué tres emperadores hispanos para Roma: Adriano, Trajano y Marco Aurelio!
Vaya, me ha quedado un peu chauviniste el comentario; pido excusas.
Y habria que añadir que algunas de las obras maestras de la cábala y el sufismo están escritas en España, como por ejemplo el Zohar (según los historiadores serios, porque los integristas le atribuyen un origen más bien folklórico) y que nada de eso está en los temarios de los institutos...
Elvi, Aqui encontraras una deliciosa conferencia de Alvaro Cunqueiro en la Fundacion March:
http://tinyurl.com/mpfexb
Si saltas al minuto 28 evitaras la introduccion, que es demasiada larga. Que disfrutes!
a.
Gracias, Adolfo. Introducción realmente lenta, pero qué gracia ese antiguo español, educado, casi reverente... Cunqueiro está divertido, como siempre.
Publicar un comentario