El viejo castaño está soltando sus frutos, este año mucho más ricos y de un tamaño descomunal. Los he recogido pero no han caído del todo, osea que hay que volver una y otra vez a recoger las castañas que van quedando en el suelo, sobre la hierba. Como han salido tan buenas este año se las he llevado al frutero del pueblo. Es un frutero culto y cauto. Ha leído el Ulises y ahora se ha hecho también lector de LG. Pero no quiere que le regale las castañas. Cuando se las llevé, ayer mismo, alegó que había rechazado una partida de gallegas que le había traído el Abdón porque se le agusanaban todas, me dijo, y nadie las quiere comprar. Las vende a 4 leuros y pico. Yo le alabé las cualidades de mis castañas: no había más que verlas, brillantes, frescas, de un marrón subido en rojos. Preciosas y, encima, ricas. Entonces, él (aún no sé su nombre) las pesó, resignado ante mi insistencia, para darme un precio. Pero me adelanté asegurándole que no se trataba de eso, que yo no quería que me pagara, que sólo quería darme el gusto de traerle unas castañas que yo misma había cosechado. Evité decirle que le admiraba y que por eso, para no abochornarle ni enrojecer yo tampoco. Entonces me rogó que cogiera algo de la tienda a cambio. Miel de romero de la Conca de Barberá. De las montañas de Prades. Y así lo hice.
Lo que me gusta del frutero del pueblo es que no parece que estés en una tienda de pueblo cuando franqueas su puerta. No de este tiempo, al menos. Nada tiene que ver ese espacio con los espacios modernos. Parece que volaras a otro tiempo más lento, amable. Un tiempo en que se valoraban más la conversación y las cosas bien hechas, con calma. Con amor. Siempre está solo, leyendo o echando las cuentas del día, ya en la anochecida. Y la luz de la tienda y el silencio parecen sus cómplices y no simplemente elementos yertos. LG lo ha dicho en algún sitio: el frutero del pueblo es de los mejores lectores que ha conocido, críticos incluidos. Y no me extraña nada.
5 comentarios:
Elvi, no sabes cómo me he reído con la entrevista a Luis. Ahí tienes a alguien que ha sabido sacar de él lo que es...por un momento pensé que eras tú la entrevistadora.
Justo el niño juguetón que no deja en paz a los gatos amenazándolo con Zora, la perra!
Por favor, dile que está guapísimo en esa foto... muy original.
Una bloguera francesa tiene puesta de musica de fondo Rasputin de Boney M., es un cachondeo, asi no se pueden leer las prosas rurales. O quiza si. Se retrotrae uno a los circos ambulantes y las tombolas.
Por cierto, Elvi, tendrías que haber titulado esta entrada ‘el frutero del pueblo’, o mejor ‘el ilustrado frutero’, o simplemente ‘el frutero’.
Qué envidia de castañas. Aquí todas las que compramos – por aquello de mis recuerdos – nos salen chungas. No sólo no me las como, claro, sino que me llevo un sofocón. No falla, así todos los otoños.
Manuel, que solo anda por aquí. Pero hombre, no le dicen nada las castañas?
Además ni se pasa por mi blog, con lo interesante que anda en este momento…siendo como es de Graná! Vaya con Dios.
No conozco -creo- esa música, MM. ¿A qué suena? Ahora me he alejado de las castañas y estoy dando con mis huesos en Valladolid. Acabo de ver la última película de Ken Loach que resulta ser una comedia , algo sorpredente en este director de la Inglaterra sórdida. Claro que, según el guionista, el marido de Itziar Bollaín, la dureza de la rubia Albión está presente todo el rato. Con un toque de humor, eso sí. Seguiré informando. El sr. r me da recuerdos para usted, sr.c. Hecho está.
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