domingo, 17 de mayo de 2009

Itaca






Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
o al colérico Poseidón,
seres tales no hallarás en tu camino
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón encontrarás
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo,
que sean muchas las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos antes nunca vistos.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes voluptuosos,
cuantos más perfumes voluptuosos puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.


Ten siempre a Itaca en tu pensamiento,
tu llegada allí es tu destino:
mas no apresures nunca el viaje
mejor que dure muchos años
y atracar, vieja ya, en la isla,
enriquecida de cuanto ganaste en el camino
sin esperar que Ítaca te enriquezca
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabia como te has vuelto con tanta experiencia,
entenderás ya que significan las Ítacas.

Hay días en que sólo se puede agradecer a un poeta la pócima que alivia el rigor del camino.
Gracias, Constantin Cavafis.