sábado, 23 de febrero de 2013

Te escribo después de tanto tiempo

Casi no puedo creer que hayan pasado meses desde la última carta. Los días han transcurrido muy deprisa en el Molino, en medio de cierto barullo, de tareas dispersas e inacabables, de trasiego y viajes, visitas y negocios. No parece que haya ni un minuto para quedarse en silencio, sin hacer nada, sólo pensar y, como mucho, sentarse a escribir esta carta, cerca de la pérgola donde empiezan a apuntar los capullos del rosal floribunda, tan fragante.
Apunta la primavera pero aún quedan anunciados días de frío. Quizás ya esté nevando para cuando termine esta carta. Ahora llueve pero la noche es larga.

La noche es larga. Lo está siendo para mi y para mis vecinos. La especie ha aprendido poco desde el principio de los tiempos. No es que quede mucho por hacer es que no hay por dónde empezar. Por mi parte, en cuanto pase el frío, en dos o tres días, empezaré a labrar la tierra para abonarla después y preparar todo para la siembra. Me propongo practicar la llamada permacultura, que respeta tierra, plantas y animales para respetar al ser humano. Hay que buscar la felicidad. Y en esa búsqueda entra todo el mundo o no hay éxito asegurado.
Procuraré no tardar tanto en contarte los progresos de la huerta. Cuento con apoyo moral, algo tan imprescindible. Por ahora, te muestro un queso que preparé el otro día, sin una sola gota de leche: anacardos, bebida de arroz, miso, especias y agua enzimática. Se llama queso por abreviar. Rico está.
Un fuerte abrazo.