viernes, 25 de febrero de 2011

Hotel, dulce hotel

Desde niña. cuando era una lectora empedernida, imaginaba el ambiente y los colores de una ciudad descrita en una novela, no recuerdo cuál, ni siquiera su autor, porque a lo mejor se trata de varias novelas. Luz brillante y temperatura cálida, olor a flores, sombras apaciguadoras del radiante sol, cosas así. Y gente vestida de manera exótica, como los negritos que venían en productos como el colacao o en algunos paquetes de café. Ahora ya no los ponen: se ve que no es correcto.
De grande, leí un libro de Evelyn Waugh, que recomiendo: When the Going was Good, en el que cuenta algunas de sus andanzas como viajero en Africa. Y menciona su hotel, el Ras, de Addis Abeba. De modo que quise verlo, ya que existe todavía. De hecho, hay varios Ras en diferentes ciudades etíopes. Pero éste era el de EW. Conserva, dentro, un lobby anticuon, de tinte colonial, con lámpara de cristal en el centro del techo y sillones desfondados que alguna vez fueron confortables, alrededor de veladores cuya misión seguiría siendo la de sujetar tacitas de café si alguien lo pidiera. El suelo, de piedra hidráulica, con dibujos de flores en diversos tonos de blanco y negro. Sí, había aún ambiente en ese lobby. Ni intenté siquiera entrar en alguna habitación. Prefiero seguir imaginando.
Luego de un suspiro, mientras tiraba la foto con mi cámara-patata, salí de allí hacia otra cosa.

viernes, 18 de febrero de 2011

¿Qué habrá bajo la tierra de Etiopía?

Vendedor de parasoles en Addis Abeba/ EH
Cuentan los etíopes que sus reyes proceden del encuentro amoroso de la reina de Saba y el rey Salomón, cuando ésta -mujer de ímpetu viajero- fue a visitarle a su reino, Israel. El fruto de ese amor fue el rey Menelik que reinó con misterio y leyendas. Tienen muchas razones para estar orgullosos de su estirpe: la reina era célebre por su belleza y de tonta tampoco parece que tuviera un pelo. Etiopía es el único país africano que jamás ha sido colonizado. Los italianos lo intentaron, cuando Musolini, y la broma les salió cara. En Axum, vieja ciudad que ahora apenas vive de sus recuerdos, gracias a los arqueólogos y a algún viajero curioso, se conserva la que llaman piscina de la reina de Saba, donde acuden cada día las mujeres a cargar agua en bidones pesados, con que hacer la colada. Es la foto de abajo.

Sonrisa etíope/ EH

Axum es un paraíso envenenado para los arqueólogos. Sólo un 0,3 por ciento de sus riquezas han sido excavadas, de ahí lo de paraíso. Pero ni hay dinero, ni voluntad, ni ayuda de ningún tipo para continuar el trabajo de Helmut Zieger, muy anciano ya y cansado para seguir en el tajo, según me asegura Chane, el guía, que habla un esdpañol excelente, aprendido en sus años de estudios en Cuba.
Etiopía tuvo un régimen socialista tras el triunfo de Haile Mariam Mengistu al derrocar al Negus, al Rey de Reyes, Haile Selassie, en 1977. Admiro cuánto bueno ha hecho la Cuba de Fidel por el español en el mundo; me río yo del Instituto Cervantes.

Etiopía es un país misterioso; y, si bien pobre, su gente sonríe tan ampliamente que no parece que las riquezas sean tan necesarias para ser feliz. A ellos les vendrían bien buenos sistemas de potabilidad y transporte de agua, oportunidades para los jóvenes a fin de no pudrirse en el far niente no tan dolce. Dignidad en su pobreza ya la tienen de natural: una elegancia en el porte que hacfe olvidar al que contempla que son andrajos y no Armani los que visten sus cuerpos.
Qué intensa lección la que dan las gentes de Etiopía.

Mujeres en la piscina de la reina de Saba/ EH


viernes, 4 de febrero de 2011

DESDE ETIOPIA


Mercado de cat (hojas de mascar estimulantes de las que Etiopía es principal exportador), en Aweday.

Viajar a Etiopía es como abandonar los parámetros territoriales para

entrar en el tiempo de la Biblia, los días del Antiguo Testamento, por

las caras, los tipos, las cosas, las casas, los perros y las hienas.

Aunque Addis Abeba ha cambiado desde hace doce años cuando la vi por

vez primera, los altos edificios y los follones de tráfico no ocultan

su piel ancestral. Y eso es lo que me gusta. Eso y una gente que de

tan excelente parece también de otro tiempo.

Comparto con vosotros mi amor por Etiopía con estas fotos y el deseo

de que podáis visitarla algún día. Gracias, Chiqui, por tu mano amiga. 

Tiendecita de ultramarinos del mercado de Harar

Addis Abeba, ciudad de contrastes, tras una tormenta.