domingo, 8 de julio de 2012

Mucho trabajo pendiente en el jardín
(Esta entrada se quedó rezagada sin que lo advirtiera, desde el principio de la primavera; el jardín tiene ahora un aire mucho más respetable. Como tengo sueño, la cuelgo ahora que tiempo habrá de escribir otra)
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Ha hecho calor de verdad hoy. Se respira ya la pólvora del pistoletazo de salida de la primavera. De modo que me he dado una vuelta por el jardín y el resultado es desolador: hay tanto trabajo que no sé por dónde empezar. Si al menos tuviera una buena guadaña como la que le pintan a una de las Parcas famosas.


Daños en la valla
Sopla el viento, el que debe de estar asolando las costas inglesa y francesa, dando a la tarde una sonoridad rara. Me molesta el viento, sobre todo cuando crece a velocidades de vértigo, amenazando el gran ciprés que, a su vez, lleva camino de cargarse la valla. Creo que sólo la sujeta la enorme glicina que la abraza con fuerza. Ha florecido, por cierto, y ya se percibe la fragancia violeta por todo el jardín.


Los gatos han decidido regresar a la prisión. Agazapados en el tronco de la vieja acacia, no se sentían a gusto en medio de la ventolera. Entran a casa y lo primero que hacen es dejarse caer al suelo para revolcarse a placer. Supongo que quieren dejar claro que es suyo. El suelo, y el cuarto y los muebles y la casa. Son los dueños de todo.


Los perros están callados, seguramente duermen la siesta, atados en su caseta de ladrillo y tejas de verdad. La caseta de Waldo y Niebla debe de tener ya más de ochenta años. Ha criado líquenes en el tejado y tiene aire de respetabilidad. 
Creo que he comido demasiadas avellanas. Voy a mover el esqueleto y a trabajar en el jardín.