jueves, 6 de diciembre de 2012

Kenia (arriba) y Dante se preparan para el invierno
Creí que me marcharía antes de que llegara el invierno, pero el invierno anuncia ya su inminente acomodo entre brumas y vientos fuertes, que van cercando el Molí. Da pena verlo tan solitario y frío, a la espera del milagro de la próxima primavera. Debo de estar escribiendo bajo el influjo de las notas de Piazzolla porque sólo me llegan palabras algo tristes, envueltas en gasas que flotan en el aire como si fueran hojas de otoño embarcadas en su viaje hacia el mar. En el ambiente reina cierto desánimo, aunque los españoles, mis compatriotas, lo disimulen con humor o con sonrisas o con una copa de vino -del bueno, claro está- para combatir el pesimismo de las gentes del norte, acostumbradas a malvivir.
Dicen que separar es buscarse la enfermedad. Separar es desear el mal ajeno, envidiar con malos deseos al otro. Separar se parece a pecar pero sin connotaciones religiosas, sin pagar tributos. Se necesitarían más vidas que una sola, aunque sea tan larga como la vida de Oscar Niemeyer que acaba de terminar, después de casi 105 años. Ahora, anochece y el bandoneón parece desvanecer su quejido perdiéndose en lo oscuro. Afuera hace frío, así que voy a regresar a la lectura del diario, como si nada pasase. Como si pudieran pasar otros cien años para retomar todas las cosas que soñé hacer cuando niña. Como aquella mañana en que me desperté llorando porque me atacó una rara melancolía -a los seis años- mezclada con el sueño. Algo de ser no se qué de mayor. Un deseo. Una estrella azul. Qué sé yo.






viernes, 12 de octubre de 2012

Un paseo vespertino en imágenes

Hacia Poblet

Se  me hizo tarde para el paseo pero después de varios días sentada al ordenador me apetecía mucho estirar las piernas, de modo que no me arredré ante la escapada del sol, cada día que pasa, más veloz. Al tomar la carretera hacia el monasterio caí en la cuenta de que otra vez había olvidado llevar la cámara conmigo. Me da rabia llevar cosas en las manos cuando camino, pero -ja- mi teléfono móvil estaba agazapado en el bolsillo del pantalón, de modo que tomé la foto, casi sin luz, para dejar constancia del cielo que empezaba a pintarse. Chop, chop, chop... sólo el sonido de mis botines sobre el asfalto. 
Una luz se acerca

El cielo se encontraba en estado de gracia, lo noté enseguida. Casi no advertí que se acercaba un automóvil. Lejos de fastidiarme -como acostumbra- esta vez me gustó el sonido mecánico que me recordaba que estoy en cierta civilización. Llevaba un día de silencio y soledad y hasta se agradecía el ruido del motor y ese halo de efecto que produce -¿cómo se llama?; sí, hombre, lo definió Albert Einstein, me parece. Ah, sí: Doppler-.
Se tornan los tintes del cielo
 No sé cómo, pasados cuarenta minutos de caminata, ya fuera del asfalto, campo a través, aunque sin meterme en alturas montañosas, los tonos rosáceos se viran a un intenso amarillo que casi daña a los ojos. La intensidad del color producía una sensación rara de visitar otro planeta; como si algo fuera a transformar la rutina de la tarde en una aventura espacial. Quizás estaba influida por alguna película que vi recientemente.
Transición a otra dimensión
La cosa empezaba a oscurecer demasiado y aún me quedaba un buen trecho de camino. Pero resultaba tan agradable la calidez del color que inundaba el ambiente que ninguna amenaza ninguna inquietud molestaba la velada andariega. La soledad acompañada del cielo me hacía sentir su compañera, su otro yo.
A la vuelta del camino
Y a tan sólo mil metros de casa, el horizonte me regaló con una iluminación mejor, se tragó los ocres y amarillos intensos, esquinó la amenaza del negro y no sé de dónde, alzó a la línea de mis pasos un brillante cielo que me guiaba a casa. Un chocolate caliente (con leche de soja o de avena, claro; o de arroz) y alguna conversación amable. Buena perspectiva. El otoño resuena en buenas vibraciones.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Cosecha (pequeña) de maíz ecológico para palomitas
 El huerto cambia cada día. Después de unas semanas de calor abundante en las que había que regar c asi a diario, bien temprano por la mañana, las nubes le ganan el terreno al sol y preparan el ánimo para el otoño. Animo melancólico como se impone. Cuenta Félix de Azúa, en un articulo influido por su reciente paternidad tardía, que el presente se cubre de ceniza cuando se anhela el pasado como esperanza o vía futura. Sí, parece un galimatías, pero no lo es. Es una descripción de la nostalgia y de la melancolía. Estrenar el mundo, como hace un bebé cuando llega, para enseguida constatar que no era nuevo nada, que todo estaba avejentado por mil guerras y ocho mil miradas previas.
Lanzamiento (simulado) de la primera calabaza turbante del año
Mi huerto es más terrestre, menos  dado a meditaciones filosóficas y dispuesto siempre a ofrecer su mejor cara a quien lo contemple. Ahora, sin disimular su cansancio después del largo y seco verano, el maíz ya está cosechado, las patatas no dieron más que pequeñas chufas para el abono, se malograron las judías verdes sin apenas progresar, pero los tomates han alegrado las ensaladas, por no hablar de las magníficas lechugas maravilla, la rúcula, los rabanitos, las escarolas.Y luego están las calabazas.
Regar el huerto es un rato gratificante de la mañana, cuando hasta los perros están adormilados y los gatos merodean sus platos de comida.El aire es puro, la mañana acaba de estrenarse, es nueva, como el mundo para los recién nacidos. Y hay plazo para respirar hondo, exhalar un suspiro de esos que avergüenzan si se te escapan en público, contemplar el cielo y las nubes tras las montañas y pensar que este nuevo día traerá algo bueno. Entonces, recuerdas que quedaron galletas de cerveza en la caja para desayunar, de modo que limpias las hojas secas de las alcachofas, un poco abandonadas, recompones los palos que sujetan las enredaderas de pepinos, sacas los abortitos de calabacín (demasiada agua en el riego, me temo) y sales pitando, como ahora mismo hago, a desayunarte esas galletas tan ricas. Con té sancha, claro está.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Tarta de manzana vegana
Diversas circunstancias, entre las que cuento la casualidad y el azar, me van haciendo vegetariana. ya me lo advirtió un amigo yogui: "a medida en que practiques yoga verás que dejas de comer animales", pero no le dí mayor importancia, entre otras cosas, porque yo no era una entusiasta de los entrecotes. El pescado, el jamón pata negra, los quesos -cuanto más malolientes (torta del Casar, gruyere suizo, manchego curado de oveja y cabra, parmesano regiano, chaume...)- sí que me encantaban. La profecía de mi amigo se ha ido cumpliendo inexorablemente. 
Pastas de algarroba
Quién me iba a decir a mí que el trozo de medio quilo de excelente idiazábal iba a quedarse muerto de risa en el frigo sin que yo le diera unos viajes a la hora del aperitivo. Con lo fácil que es hacerse un bocadillo y -sobre todo- con lo rico que está. Pues ahí sigue; lo digo para quien le apetezca.
Poco a poco, mi nevera carece de huevos, leche de vaca, yogures de leche de vaca y quesos ni cosa parecida. Tanto es así que he aprendido a prescindir de ellos y a sustituirlos cuando es menester. Dejo como muestra, la tarta de manzana, sin huevo ni leche, y las galletas de harina de algarroba, muy recomendables, por cierto. Y rico, rico, rico... 

lunes, 27 de agosto de 2012

Corría el año de 1978 y yo me encontraba en Ohio, como estudiante de intercambio en la Universidad de Toledo. Se empeñaron en que lo conociera a pesar de que me producía algo de vergüenza ir con ellas. Tuve que acceder.¡Era un honor! El no accede fácilmente a estas entrevistas. Muchos quieren conocerle, verle, estrechar su mano. Me convencieron. No aceptar habría sido una descortesía morrocotuda. Con que, allá que fui, una vez engalanada con alguna falda presentable que aún cupiera en un cuerpo asombrosamente engrandecido de hechuras gracias a los deliciosos helados de mantecado con almendras y a la indescriptiblemente adictiva mantequilla de cacahuete, una delicia vegana.
En menos de veinte minutos, atravesando un delicioso parque de arces de cuyo nombre -maldita sea- me he olvidado, llegamos a su casa. Ding dong, y tras breve espera, allí estaba él. Abrió la puerta mostrando una de sus mejores sonrisas. Dientes blanquísimos, ojos tan claros que parecían de extraterrestre. Neil Armstrong en persona. Una velada inolvidable. Charlar con el hombre que pisó  la luna fue casi como estar en ella ( con la de veces que me habían dicho, de niña, que yo andaba siempre por el susodicho satélite terrestre) . ¡Lastima -¿verdad?- que no haya foto de ese encuentro! Tenía 48 años. El; yo, muchos menos.

lunes, 13 de agosto de 2012

Van creciendo los melones "piel de sapo"
Tarde perezosa de agosto. Fuera calienta el sol y empieza a levantarse un airecillo compasivo que parece querer calmar al ferragosto feroz. Suena Erik Satie en el tocadiscos patata que tengo sobre el alféizar de la ventana. He comido demasiadas avellanas tostadas y ahora me pesa el estómago y la conciencia. Pero, gracias a las notas de las gymnopedies me siento leve, ligera la carga de mi ser y estar sobre la tierra. ¿Cómo será -si es que es- estar debajo? Entonces, va el pianista y ataca una gnosianne. Y vuelve la sonrisa. Mientras tanto, ahí afuera, las ramas de la truhana se mecen por el viento. No va a haberla, pero sería perfecto que hubiera tormenta. A propósito, ¿no son acaso preciosos mis pepinos?

domingo, 8 de julio de 2012

Mucho trabajo pendiente en el jardín
(Esta entrada se quedó rezagada sin que lo advirtiera, desde el principio de la primavera; el jardín tiene ahora un aire mucho más respetable. Como tengo sueño, la cuelgo ahora que tiempo habrá de escribir otra)
                                               *
                                          *        *


Ha hecho calor de verdad hoy. Se respira ya la pólvora del pistoletazo de salida de la primavera. De modo que me he dado una vuelta por el jardín y el resultado es desolador: hay tanto trabajo que no sé por dónde empezar. Si al menos tuviera una buena guadaña como la que le pintan a una de las Parcas famosas.


Daños en la valla
Sopla el viento, el que debe de estar asolando las costas inglesa y francesa, dando a la tarde una sonoridad rara. Me molesta el viento, sobre todo cuando crece a velocidades de vértigo, amenazando el gran ciprés que, a su vez, lleva camino de cargarse la valla. Creo que sólo la sujeta la enorme glicina que la abraza con fuerza. Ha florecido, por cierto, y ya se percibe la fragancia violeta por todo el jardín.


Los gatos han decidido regresar a la prisión. Agazapados en el tronco de la vieja acacia, no se sentían a gusto en medio de la ventolera. Entran a casa y lo primero que hacen es dejarse caer al suelo para revolcarse a placer. Supongo que quieren dejar claro que es suyo. El suelo, y el cuarto y los muebles y la casa. Son los dueños de todo.


Los perros están callados, seguramente duermen la siesta, atados en su caseta de ladrillo y tejas de verdad. La caseta de Waldo y Niebla debe de tener ya más de ochenta años. Ha criado líquenes en el tejado y tiene aire de respetabilidad. 
Creo que he comido demasiadas avellanas. Voy a mover el esqueleto y a trabajar en el jardín.

jueves, 21 de junio de 2012

Peonias blancas en jarrón japonés sobre la mesa del comedor
La noticia de la enfermedad de mi querida prima nos ha volcado a todos en la búsqueda de los remedios que, ajenos a la convención de la academia, alivien su dolor y la reconforten en los malos tragos. Lo cierto es que esa búsqueda nos ha empujado a saber y querer saber más de la medicina tradicional que también practicaban nuestros abuelos; no hay que irse a los ayurvedas indios ni a los yaquis ni a los chamanes siberianos.
Desde hace tiempo, me sentía atraída por la dieta vegetariana y, a pesar de mi inclinación por el jamón llamado "pata negra", auténtica joya celestial de la gastronomía patria, me ha costado poco esfuerzo darme cuenta del sufrimiento que hay que infligir a un ser vivo e inteligente -el hermano chancho- para producir ese manjar. Hace meses que no pruebo nada de lo que cause dolor a otros.
Mucho más difícil ha sido renunciar a los quesos -esas maravillas de la naturaleza láctica- especialmente el manchego de oveja y vaca, el flor de Esgueva, el parmigiano regiano, el gruyère suizo y la torta de Casar. Pero también han quedado atrás con el pretexto del colesterol malo que no quiere abandonarme ni a tiros. Así que, sustituí, por consejo de mi acupuntora china, el café con leche por el té verde sencha solo,  los filetes de ternera por lonchas de seitán, el jamón pata negra por nada (es insustituible) y la mantequilla por el rico tahini del que tampoco hay que abusar, pero abuso.
He aprendido a hacerme yo misma -con ayuda de la tecnología alemana, lo admito- las bebidas de soja, arroz, almendras, avena, alpiste, etc y hasta me he aventurado con yogures home made y quesos. Ahora, que me he apuntado a un foro de vegetas, la emprenderé con una receta de gruyere vegano, cuyo aspecto me atrae; ya veremos, el sabor. Les mantendré informados de mis actividades molineras, en caso de que haya alguien ahí, todavía.

martes, 1 de mayo de 2012

Un paseo por el bosque

Mi primera alcachofa
Empecé a marchar por la linde de la carretera como hacen los lugareños. Una tarde tibia de primavera la de hoy, primero de mayo. Tras unos cuantos pasos, me desvié hacia el camino que conduce al pozo de hielo; lo están rescatando del abandono y ahora puede verse lo profundo que es. Debe de tener unos mil años. O casi. En vista de que una nube amenazaba con quitarme el rico sol, decidí un nuevo cambio de rumbo y enfilé mis pasos hacia el camino que bordea las viñas y que se dirige al monasterio de Poblet. Y entonces me fijé en ellos. Había espárragos. Cada vez que llueve brotan como por encanto, crecen a gran velocidad, casi como esas flores que se desarrollan en una cámara ultrarrápida como muestran los documentales de naturaleza. Claro que con idéntica rapidez los domingueros y visitantes forasteros los espigan que da gusto.
Por eso, animada por el pequeño manojo de espárragos, me adentré en el bosque, sólo unos metros, por entre pinos y encinas. Un camino difícil pero encantador. Allí, todos los espárragos habían sido podados. ¿Todos? No, por cierto. Quedaban tres hermosos ejemplares al fondo de una pendiente, camino de jabalíes, en el que logré colarme para hacerme con el tesoro. ¿Cómo harán los jabalíes para resultar tan ágiles, combinando esas pezuñitas con su gran corpachón? Esta noche cenaremos espárragos con arroz basmati, como vi que preparaba una elegantísima paria en Punjab, India. Otro documental de la 2.
Por cierto, ya tengo dos alcachofas en el huerto. Y me he comido las primeras fresas. Muy ricas. 

martes, 17 de abril de 2012

Rabanitos y hojas de lechuga para la ensalada

Alcachofas en primer término, junto a la rúcula. Al fondo, Dina
El bancal del huerto está empezando a animarse. Recojo algunas mañanas hojas sueltas y tiernas de lechuga primavera y hoja de roble; también de espinacas y rúcula. Luego añado al cesto un par de rabanitos y me monto una ensalada crujiente y fresca gracias a la centrifugadora de ensaladas que me regaló mi amiga Estrella, uno de esos artefactos de plástico donde puedes lavar la verdura cruda y tapar con una tapa que lleva un cordón del que hay que tirar como si de un fuera borda se tratara. Me encanta hacerlo.
Lechugas primavera, flanqueadas por espinaca y acelga
Pues he ampliado la huerta, como ya he dicho en otra entrada y ahora preparo la tierra con humus de hojas fermentadas y estiércol de las mulas bonitas que trabajaron en el bosque para acarrear madera. Después, añado ceniza de las hogueras autorizadas en las que hemos quemado ramas y hojas del invierno. Esa tierra espero que acoja con gracia las semillas de maíz eco, calabazas (ya las planté esta mañana), pepinos y melones. Amén de los semilleros de tomates raf, puerros y lechugas que están germinando. Este año, parece que la cosa promete. Me gusta pararme al atardecer, si el frío no aprieta, a contemplar el silencio de la huerta. Yo no sabía que se podía hacer hasta que lo comprobé por casualidad una tarde. Luego caí en la cuenta de que los pajarillos no callaron en ningún momento. Pero a mí no me molestaban.
El pequeño ruibarbo que asomó en pleno frío
Los ruidos feroces de la radio contando las noticias sí que me molestan, pero  no hay nada que hacer por ahora. Confío en que la gente acabe organizándose, no para jalear la calle solamente sino para hacernos un favor unos a los otros. O dos. Dicen que España es de los países donde hay menos emprendedores del mundo desarrollado. Y no es culpa de las leyes porque bien que montan sus empresas los extranjeros de todo tipo que llegan. Empresas grandes y pequeñas. Habrá que cavilar por ese lado y dejarse de lamentaciones y griterío.
Como el ruibarbo, tener valor para asomar la nariz en medio de las heladas y crecer, a la chita callando, hasta hacerse fuerte. Como dice Fernando Vallejo, el escritor colombiano, no es que haya que hacer el bien sino que no hay que hacer el mal. Valete.

martes, 3 de abril de 2012

Muere Mingote y es como si algo mío se hubiera muerto

Como me pasó con Miguel Delibes. Como si hubiera muerto alguien de mi familia, sin que acierte yo a explicarme el por qué. Puedo atisbar una razón en que ambos eran gentiles caballeros españoles del norte, como mi familia materna, y tenían rasgos en común con mis tíos abuelos, ellos y ellas: un hablar pausado y educado, unos silencios significativos sobre sus personas y hazañas, unas miradas atentas y reflexivas sobre lo que nos rodea y sobre los que nos rodean. Una aparente facilidad para estar a la altura de las circunstancias sin que nada en ellos sonara a falso, a impostura social . Su moderación en las opiniones políticas y religiosas era fruto de muchas horas meditadas sobre la condición humana y la necesidad de buscar refugio que tiene este ser en el que entramos cuando nacemos, tan indefenso, tan perdido, tan solo. (Tampoco sé por qué demonios se ha subrayado en azul todo este texto, ustedes disculpen)
Actual después de 27 años
Sí; se me ha muerto Antonio Mingote al que tuve la suerte de conocer, por mi trabajo en la radio, en su casa del Niño Jesús, donde grabé una hora de clase de saber estar y ser. Y no me cobró ni un céntimo. Mi admiración como la de tantos que le conocieron o, simplemente, siguieron sus dibujos editoriales del ABC. Cómo va a caer el número de lectores del viejo diario monárquico, ante el hueco irrellenable de AMingote.

jueves, 29 de marzo de 2012

Preparar la huerta para la siembra 1

Ajustando la valla
Por fin llegó el buen tiempo, aunque haya que abrigarse de noche cuando se esconde el sol y las temperaturas caen en picado. Me he armado de valor y he puesto en marcha lo que llevaba tiempo pensando: la ampliación del huertecillo. Le pedí ayuda a Francisco, el hombre tranquilo, que me pasó su multicultor en un pis-pas y me dejó la tierra que daba gloria verla.
Así que acarreé la valla de alambre verde en la vieja carretilla y me deslomé un rato hincando los bambúes de sujeción en el suelo. Los almendros rodean y embellecen ahora con sus flores y las incipientes almendras, aunque después las semillas hagan brotar arbolillos que tendré que sacar. En fin. El caso es que con la valla evitaré que los jabalíes me labren a placer la huerta cuando lo tenga todo plantado.
Con este espacio, tendré sitio para plantar melones y pepinos y maíz para palomitas y puerros. Las patatas las haré según el método del saco de Seymour, el Maestro. Las semillas son ecológicas, of course, y la labor desconoce los ungüentos venenosos de Monsanto y Cía. Ça va de soi.
A pesar de las brujas malas, el Molino sigue su vida y presenta una cara preciosa. Cada día más bonita. Como el paseo que me he dado esta tarde por la torrentera seca que hace unos días alegraba un agua de lluvia tanto tiempo esperada.
 

Quienes no se den la oportunidad de pasear en solitario, hablando en alto consigo, o con los pájaros o con las lagartijas, recogiendo piedras bonitas, que no preciosas, contemplando el cielo y las copas de los árboles... quizás se estén perdiendo un aspecto de la vida demasiado bueno como para morirse sin saberlo. La primavera concede ese favor que no hay que dejar pasar por alto.
Les pongo la portada del libro de Rousseau en inglés, porque el grabado que han puesto se acerca a los paisajes de mis paseos ensoñadores, los amenos vericuetos de la Conca de Barberá por los que me gusta perderme (alguna vez he tenido que pedir ayuda para regresar a casa). Nunca sabremos de verdad la cantidad de deudas que tenemos comprometidas con la naturaleza. Las de los bancos sí las conocemos perfectamente, pero ése es otro cantar.
Caminen, piérdanse solitarios por los campos y las veredas. Aprovechen el regalo del tiempo de primavera.  Beatus ille.

jueves, 22 de marzo de 2012

Antagonía, entra en un libro, al fin

Han tenido que pasar años desde que salió la primera tanda de páginas de Antagonía, de Luis Goytisolo, a la que siguieron otras tres, a lo largo de 17 años. El benefactor ha sido un editor de una pieza, Jorge Herralde, que ha querido así festejar los 500 números de la colección Narrativas Hispánicas, de Anagrama, la gran editorial de referencia en España.
Lo cierto es que Antagonía encierra en sus 1.112 páginas, diez novelas, y no cuatro, como pudiera parecer al haberse publicado en cuatro volúmenes. Se trata de la obra de su vida, destacada y aplaudida al principio, pero también silenciada y casi oculta detrás de las modas que se produjeron en España durante los años setenta en que los autores del llamado "boom" americano invadieron librerías y atención mediática. Pero la vida es así; no siempre los que la merecen tienen suerte.
Con todo, LG está satisfecho de ver su criatura junta, unida, disponible para quien ame la aventura de leer. Se trata de una criatura pequeña, en realidad, diminuta si se comprende que comparte el espacio con los best sellers de toda laya a los que apoyan grandes campañas de marketing y enormes intereses de los medios de comunicación. Por eso infunde ternura ese tomazo de tapa dura que muestra en su portada la reflexión pictórica de José María Ballester: unas meninas velazqueñas ocultas como fantasmas que no quieren ser expuestos, a los que hay que adivinar respirando en los rincones oscuros.
El editor, que pone en orden su labor de toda una vida estos años de casi despedida, ya que Anagrama pasará poco a poco a manos de Feltrinelli, cierra un circulo de amistad con el autor. Ambos compartieron aula y orla desde que tenían doce años. Ni las diferencias de la vida adulta ni los malentendidos que a veces se producen debido a la distancia han dañado ese tándem. Emociona saber eso.
Cuando se apaguen las voces de la fiesta, cuando nadie permanezca en el jardín y sobrevenga el invierno y ya ni las flores ni los pájaros iluminen sus rincones, quedará Antagonía. Como un monumento silencioso y elocuente al mismo tiempo. Emociona.

sábado, 11 de febrero de 2012

Estar a gusto sin grandes ganancias ¿es posible?

Es una pregunta que se hacen muchos, quizás no banqueros ni empresarios punta pero sí el gentío normal y corriente. ¿Hasta dónde puede una empresa seguir creciendo, seguir ganando superávits de miles de millones? ¿Por qué debe hacer tal cosa? Sobre todo cuando sabemos que suele ser a costa del malestar, de la desgracia incluso, de mucha gente. ¿Por qué necesita un hombre ser el más rico del mundo o estar en el podium de los más ricos?  ¿Conviene al bien público que las empresas quieran crecer sin límites? La doctrina clásica dice que sí porque así se ofrecen buenos puestos de trabajo, sin embargo, a la que hay una crisis como ésta que nos atiza, los puestos de trabajo escasean entre otras cosas porque las empresas quieren seguir creciendo y tener cifras más altas e ganancias de año en año. Para eso, una de las actuaciones necesarias consiste en limpiar plantillas. O afeitarlas, si prefieren. Tó pa mí.
Recuerdo, hace años, que oí por la radio una noticia de una empresa sueca que repartía beneficios con sus currantes. No me acuerdo del nombre y no creo que se trate de Ikea, a juzgar por las lindezas que alguno de sus currantes me han contado. Pensé que la humanidad tenía esperanza y que otras empresas de otros países aprenderían a proceder decentemente. Y la alegría de vivir se extendería por el orbe. Pasado el tiempo, no parece que tal ejemplo haya cundido. Los ricos quieren -no sólo seguir siéndolo- ser más ricos cada vez. ¿Gastar olímpicamente en cultura, por ejemplo, en plan mecenas? Vamos, hombre; está usté loco.
Y sin embargo, ¿cuántas veces nos habremos figurado qué haríamos si nos tocara la lotería? Pero mucho, mucho dinero. Casi todo el mundo dice que pagar sus deudas, comprarse una casa, viajar por el mundo y cosas así. Nadie habla de invertir en cultura ni donar pasta a los pintores pobres. Eso, también.

jueves, 2 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska ha muerto


Le dieron el Nobel en 1996. Era polaca, de nombre difícil para la mayoría de nosotros. Tenía 88 y un cáncer de pulmón debido, quizás, a su afición por el fumeteo.

Me gusta este poema, de lo último que escribió, que han traducido así a inglés Cavanagh y Baranczak:

Die — You can’t do that to a cat.

Since what can a cat do

in an empty apartment?

Climb the walls?

Rub up against the furniture?

Nothing seems different here,

but nothing is the same.

Nothing has been moved,

but there’s more space.

And at nighttime no lamps are lit.

Footsteps on the staircase,

but they’re new ones.

The hand that puts fish on the saucer

has changed, too.

Something doesn’t start

at its usual time.

Something doesn’t happen

as it should. Someone was always, always here,

then suddenly disappeared

and stubbornly stays disappeared.



Había sido joven, claro; y bella

viernes, 27 de enero de 2012

De coles y violetas

Col mordisqueada de mi bancal
He recogido algunas verduras del huerto ecológico y compruebo que la oruga de la col se ha puesto como el Quico con este hermoso ejemplar. No importa; desde el principio quedamos en que la compartiríamos dado que soy admiradora de ese insecto cuando se hace mariposa y se convierte en la blanca de la col. Eso es en la primavera temprana, cuando alegra el aire revoloteando a placer con sus amigotas. Con este tiempo de calentamiento global que hace igual la veo pronto por aquí.
La col está rica de todas formas, y sólo tengo que prescindir de un par de hojas o tres. ¿Qué importa si eso la hace feliz y, de paso, también a mi? Me pregunto cuántas infelicidades podrían borrarse de la Tierra si los humanos fuéramos más razonables en el reparto del botín que da la naturaleza. Pero sé de antemano que esta idea es vieja y más vieja aún su contraparte: la interminable avaricia del ser humano. De muchos seres humanos. Se habla del hecho de que cada vez hay más pobres, de lo incapaz que es la especie humana de desterrar la miseria  pero ¿sabemos por qué? ¿No será porque cada vez hay más que quieren ser ricos? Y lo consiguen a base de dejar morir de hambre a las orugas de la Blanca de la col. Digo morir de hambre, pero lo más triste es que las matan directamente. Qué hartazgo de humanidad, de verdad.
Violetas africanas
Como han caído cuatro gotas he sacado la maceta de las violetas a que les dé el aire un rato. Un detalle del astro de las tormentas ha hecho que cuando iba a fotografiarlas para subirlas a este sitio lucieran sus rayos invernales lo justo para el momento. El sol ha experimentado fuertes tormentas, al parecer, que han dado una fiesta celeste a los habitantes más septentrionales: la aurora boreal. Al parecer, también en la Antártida. Las imágenes que han mostrado la tele eran para flipar. Es posible que pueda rescatar alguna y verán -si no lo han visto ya- un espectáculo de verdad asombroso. Desde los años escolares en que me fijé en la foto que iluminaba la lección de fenómenos atmosféricos y el clima no había visto nada igual.
Mientras tanto, enero se va marchando. Resulta que el 25 fue mi santo. La pobre Santa Elvira, virgen y mártir, pasa desapercibida incluso para sus tocayas. A ver cómo da la cara febrerillo, más largo este año.

Aurora boreal sobre un bosque de coníferas

jueves, 12 de enero de 2012

El roscón


Tomó su tiempo y encerró su misterio el roscón de este año. La sorpresa salió muy pronto, casi nada más empezar a cortarlo. Una moneda de oro para atraer a la suerte, o sea, al trabajo. En realidad se trataba de una moneda nueva y brillante, de cobre, de algún país ignoto que por alguna razón yo conservaba metida en un vaso de metal, regalo de un comerciante sirio, de cuando Siria no estaba martirizada por su tirano.
El misterio es dónde habrá terminado el haba y a quién le tocaría. La tradición dice que si te toca el haba, tienes que ocuparte tú del siguiente roscón, el de los Reyes próximos. Para mí que ha habido silencio por parte del afortunado o afortunada que lo encontró. Y, sin embargo, se trata de un hallazgo valioso.
Desde que alguien me leyó -¿o lo hice yo misma?- el cuento de las habas mágicas y el gigante ogro del que apenas me acuerdo, esa leguminosa me resulta atractiva, no tanto para comerla, que también, cuanto para guardarla, oscura y sobada, en algún bolsillo donde pueda encontrarme con ella por sorpresa.
Confesaré que había sustituido el haba estaba por una judía roja, que era lo único que tenía en la despensa cuando metí las sorpresas en el bollo. No creo que me tome mucho tiempo desentrañar el misterio, pero sospecho que la sustitución del fruto puede tener algo que ver con su desaparición.
El roscón estaba rico. 

miércoles, 4 de enero de 2012

Aquellos emisarios misteriosos

Largo camino, largo trecho de infancia
Ajetreo y nervios la noche del 5 de enero. Aún  cuando por la edad, las sospechas sobre su auténtica identidad empezaban a crecer como los hongos en el bosque de otoño. Los polvorones sobre la mesa del comedor, las copitas de anís (cognac para Melchor, que es de gustos clásicos) y algo de paja para los camellos en el suelo, a las patas de la mesa. Esto nunca acabó de convencerme. Yo había sido alimentada con leche de camella en mi tierna infancia y por razones que no puedo explicar, no me imaginaba a las camellas zampando paja, sino que las imaginaba, golosas, mucho más aficionadas al turrón que a otra cosa.
He colgado lamparillas de luz de las ramas desnudas de los fresnos y entre los granados y los palosantos. En Molino está bonito esta Navidad, acogedor, cálido. La gente lo ha pasado en grande. Ahora, en el silencio invernal, lejanos los ecos de las voces festivas, a los misteriosos magos de Oriente les vendrán bien las llamitas que cuelgan de las ramas, tenues pero brillantes, como luciérnagas atrapadas en el cristal.
Que los Reyes Magos, Sus Majestades de Oriente, os traigan destellos de felicidad, los mejores regalos, salud y paz para todos. Y si, además, os toca algo en la Lotería del Niño, miel sobre hojuelas. No me vendría mal a mí tampoco, pero no pido tanto. Mi deseo escondido y silencioso, ya lo saben ellos. Y yo sé, porque les conozco desde hace muuuucho tiempo, que lo tendrán en cuenta y harán cuanto puedan.
Good night, sleep tight! en esa noche de las maravillas.