lunes, 30 de agosto de 2010

Se va el verano

Se va a grandes zancadas. La mujer del tiempo ha dicho que los grados de temperatura que hemos perdido estos días serán definitivos. ¡Definitivos! Quiero decir: nunca me acostumbro al cambio de estación cuando el cambio de estación va del verano al otoño. No porque no me guste el otoño, que me encanta, con su halo de romanticismo, los dorados y los sepias, amarillos, rojos, sienas. Me joroba, simplemente, que se acabe el verano.
Creo que se trata de un atavismo infantil, de cuando el cole y el polvo de los caminos con el uniforme puesto cuando ya hacía calor, en mayo. De niña, aún no habían construído esas casas que ahora ocupan el descampado que separaba mi hogar del edificio del colegio: un soberbio constructo renacentista, de estilo herreriano, que en tiempos perteneció al duque de Lerma. Un camino de polvo y cardos borriqueros, los años en que había llovido poco. Los de abundante lluvia dejaban crecer las hierbas tan altas que podían cubrirte enteramente, mientras pasaba por el trillado camino hecho de tanto pisar por el mismo lado. Un camino que tenía algo de laberinto ciego, aunque yo ya me sabía bien por dónde había que salir.
Los ecos de las voces alegres de un grupo numeroso de ingleses se han ido. El molino ha quedado en silencio, quizás algo tristón. El viento ha arrancado las pocas rosas que aún aguantaban, los topillos han afeado bastante la hierba este año, en la piscina empiezan a brotar las algas, abandonado el trabajo de limpieza diaria "por fin de temporada".
Me recuerda a las escenas de la peli de Ettore Scola, "La Familia", creo que se llamaba. Un relato melancólico, anque a mi amigo Jorge le chinchara tanto esa actriz francesa que trabaja en el film, ¿cómo se llama? Fanny Ardant; porque es francesa, ¿no? Bueno, si no, poco importa. Quienes hayan visto la película se acordarán de ese pasillo en penumbra, solitario, como en tardes de verano, a la hora de la siesta. Un pasillo con gran poder narrativo. Evocador.
Se va el verano, amigos. Es como si se envejeciera más deprisa. Asoma el otoño su hociquillo depredador, su travieso ademán de "se acabó el pastel". ¿Qué será de nosotros? Ojala resistamos el invierno tan duro, tan largo. En el molino, se escucha el viento, a ráfagas, a veces; los pájaros, cuando da tregua eolo, se afanan de lado a lado, buscando el mejor sitio o el manjar asegurado. Las golondrinas se preparan ya, en lo alto, agazapadas en los cables del teléfono, listas para la gran migración: hay que buscar el rescoldo de una temperatura más amable que las que aquí se anuncian.
El viento, ese barrendero de ilusiones, limpiará el ambiente y hará volar papeles, bolsas de plástico, hojas de plátanos y hayas. Acallará las risas que antes tranquilizaban las conciencias. Pero esto es así; no es nada nuevo. Pasa cada año, sólo que da un poco de vértigo. Siempre es así. Muy normal. muy natural, pero da vértigo.
Quizás tenga que consultar al oftalmólogo lo del vértigo. Que sigan ustedes bien.

sábado, 21 de agosto de 2010

El libre albedrío, ma non troppo


Es cierto: pasan los días y no salimos de Birmania, con  la manía que se coge a algo insistente, lo que parece poco justo para un país tan bello del que casi todo el mundo regresa enamorado. Adiós a Myanmar, pues. Por el momento.
Repaso algunos libros de Cesare Pavese para escribir alguna cosilla. El verano ya no es interminable como cuando entonces. Se acaba cuando menos te lo esperas y hasta la brisa fresca del casi anunciado otoño te fastidia un poco, aunque venga bien para aligerar las calorinas que nos han caído. Los veranos de entonces, los de la siesta obligada y el pan con chocolate de merienda, traían horas muertas, de gran aburrimiento, que te empujaban a leer, a devorar libros. En uno de esos veranos, aunque la merienda ya fuera otra, cayó en mis manos un libro de CP que se llamaba "El oficio de vivir". Léanlo, si no lo han hecho todavía, por circunstancias de la vida. Qué sé yo; hay tantas... Las de la foto del autor, por ejemplo, responden a su ficha policial, por comunista, en tiempos de pre-guerra mundial.
Tomo al azar un fragmento: "16 de enero. Quisiera estar siempre tan seguro -como lo estoy esta mañana- de que, al estar la voluntad del adulto condicionada por las cien mil decisiones que ha venido tomando desde niño en estado de irresponsabilidad, es ridículo hablar de libre albedrío aun en el adulto. Descubrimos, poco a poco, que tenemos un carácter (a los dieciséis, a los dieciocho, a los veinte, a los veintidós, etc.) sin saber ni por asomo cómo lo hemos adquirido, y es indudable que, según sea el carácter de cada cual, obraremos de un modo u otro: ¿dónde queda, entonces, el libre y consciente albedrío?"
No me negarán que está bien dicho. ¿Por qué no me tranquiliza, entonces, saber que le puedo aflojar la responsabilidad de mi mal carácter a las decisiones infantiles erróneas que habré tomado en mi vida? Pero, claro, el ser humano necesita andar lucubrando todo el rato sobre lo divino y lo humano. Así nos va.
Me muero de sueño. Por esta noche dejaré las lucubraciones.
Good night.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Objetivo Birmania

Una amiga acaba de regresar de Myanmar, antigua Birmania, encantada de cuanto ha visto y aprendido allá. Con deseos enormes de regresar a ver más cosas, a disfrutar mejor de lo conocido, a conocer más gente. Un país atractivo, donde no hay mendigos, los niños están perfectamente escolarizados, las calles, limpias, tranquilas, sin presencia de policías, sin acoso a los visitantes, tipo lo que ocurre en Marruecos; un lugar donde los monjes (el 5 % de la población) colorea el ambiente callejero con sus túnicas color de azafrán, cuencos en mano a la espera de recibir el arroz del día. Los monjes no pueden trabajar, por sus votos de pobreza, y deben aguardar que los compasivos transeúntes les entreguen algo de arroz con que pasar la jornada.
Le he preguntado por el ambiente social, ya que me acuerdo de los disturbios tan sonados de hace meses. Nada de eso. Ya se sabe que los turistas se enteran de pocas batallas campales en los lugares a los que van de viaje, pero no es el caso de mi amiga, periodista de profesión y muy inclinada a olisquear por ahí y por acá. Entonces, ¿a qué venía todo eso? ¿A qué viene la campaña antibirmana que sistemáticamente llevan a cabo voceros en los mass media? Por otra parte, está la Premio Nobel de la Paz, hija del político asesinado, Suu Kyi, arrestada en su domicilio, un palacio sensacional en un país pobre. Me desconcierta tanta desinformación, tanta información confusa y aparentemente interesada. Y sospecho de los que esta´n interesados en desarrollar sus negocios a toda costa en aquel país, cueste lo que cueste, pase lo que pase.
Tengo muchas ganas de conocer Myanmar. Conozco a una bella persona que nació allí y a la que encontré en Lalibela, Etiopía. Es cierto que a veces el mundo es un pañuelo. Y preocupa y fastidia que los intereses de los que dedican su vida a "hacer dinero" exclusivamente, estén tan empleados a fondo en destruir países con tal de salirse con la suya e imponer sus negocios multinacionales, de hoteles, restaurantes, tiendas, etc., aunque eso suponga acabar con el encanto milenario de un país bello, lleno de gente encantadora, como dice esta amiga viajera.
Yo, este año, creo que no podré mover el trasero del Molino. Tengo gente de United Kingdom y de Barcelona alojada. Me gusta charlar con ellos al atardecer, a la orilla del estanque de los kois. También ellos son muy viajeros y me cuentan. Y viajamos juntos, contemplando cómo cae el sol, dejando una estela rojiza detrás de los pinares, allá lejos, en el horizonte. Con un tinto de verano tintineante que llevarse al caletre de vez en cuando y el croar de las ranas, y el cri cri de los grillos. Y por poco dinero.